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INQUISICIÓN DE CHILE
naza la disimulación que se ha tenido, dándonos
aviso de lo que fuéredes háciendo.»
La tentativa hecha por los hoJandeses á media–
dos del siglo XVII para establecerse en Valdivia,
ya se comprenderá, por lo que queda dicho, el
verdadero pánico que inspirara á los colonos, ha–
biéndose aprestado por el Virey delPerú para de–
salojarlos, la escuadra más numerosa y el ejército
más bien equipado que hasta entonces se había
visto en la América del Sur. En ódio á esos ene–
migos religiosos, el primer capitán español que
llegó á aquellos sitios hizo desenterrar el cadáver
del jefe enemigo que había sido allí sepuHado, «y
por ser hereje lo quemó,» refiere un escritor de
aquella
época.ltA
principios del siglo XVIII, cuando la Francia
enviaba al ingeniero Frezier á estudiar estos países,
todavía vernos que un alto personaje de la colonia,
escribiéndole al Rey, condenaba el tráfico libre que
14 Rosales,
Jlistol"ia ele Chile,
t. Ill, pag .
2:32.
La expedición
á
Valdivia que el Virey Marqués de Mancera confió á su hijo, fué muy
celebrada en su tiempo, especialmente por haber sido clirigida contra
los herejes .
F ray
l\~iguel
de Aguirrc, autor de un libro sobre la materia, y cali–
ficador del Santo Oficio, en
la
aprobación que prestó al poema latiuo
del clérigo Diego Núilez Castaito al mismo asunto, «no tiene cosa,
decía , di
onan.teá la honestidad y pureza de nuestra anta fé católi–
ca; antes será siempre agradable á los fieles obra que dulcemente
refiere que á los herejes se les cerró ya el puerto que más á su salvo
y comodidad buscaban para introducir sus errore ."
Núftez Castaito,
á·
su turno, expresaba: «aquel verdader o Dios que
tan cuidadoso se desvela aún á pequeñas atenciones nuestras, ¿qué
premios, qué dichas, de qué felicidades no llenará
á
aquel ilustre es–
clarecido y dichoso gcnerál que fué á exaltar su santa
fe,
dándole
restauradas, almas sin número perdidas, cerrando las puertas al ti–
rano herejc?u