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CAP. VII-FUNDACIÓN DEL SANTO OFICIO

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precaver competencías y disputas y para que cons–

tase si no había exceso sobre el número de esos

ministros que las cédulas de concordia permitfan.

Otro tanto rezaba con los comisarios. Debía igual–

mente pasarse

á

los Vireyes una nómina de todos

los comisarios y familiares del distrito y participár–

seles la celebración de los actos públicos que cele–

brase el Santo Oficio, indicando su objeto y cir–

cunstancias. Finalmente, en las causas que no

fuesen extrictamente de fé, antes ele impartir el

auxilio del brazo real que solicitasen los ministros

del Tribunal, estaban obligados á enterar á los jue–

ces de las razones 6 mérito con que obrase.20

La insolencia y orgullo de los Inquisidores no

deben, sin embargo, parecer extraños, amparados

como se hallaban por la suprema autoridad del

Papado y del Rey, en unos tiempos en que, des–

pués de Dios, nada más grande se conocía sobre

la tierra. Precisamente el mismo año en que se

creaban para América los Tribunales del Santo

Oficio, Pío V dictaba una bula

ó

motu propio del

tenor siguiente:

«Si cada día con diligencia tenemos cuidado de

amparar los ministros de la Iglesia, los cuales

Nuestro Señor Dios nos ha encomendado, y Nos los

habemos recibido debajo de nuestra fé y amparo,

cuanto mayor cuidado y solicitud nos es necesario

poner en los que se ocupan en el Santo Oficio ele

. la Inquisición contra la herética pravedad) para

que, siendo libres de todos peligros, debajo del am–

paro de la inviolable autoridad de nuestra Sede

20

Biblioteca Nacional,

Ma.nuso1·itos,

vol. 751.

11