EN LAS ISLAS FILIPINAS
151
Tres eran los que indicaba el
P.
San Cristóbal: que
se diese en propierlad al tribunal el empleo de
secre~
tario del GobernacloT, que, aunque propio del Rey-,
estaba siemp:·e vaco
y
servicio por un interino, por
no haber quien le comprase; destino que dejaría libres
unos seis mil pesos. E l segundo era hacer· otro tanto
con la secretaría de la ciudad, que, dada en propie–
dad á la Inquisición, y poniendo ésta un ten iente, le
dejaría poco meno:s;
y
el tercero era el del estanco del
buyo, frutilla aromática tan a.peteeida ele los orienta–
les, según expresaba, que dejarían antes de comer
pan qne ele masticar el Luyo, ramo que rentaría ocho
mil pesos al ano . Con el prodncto de estos tres ar–
bitrios, el padre jesuita creía que había más que su-
ficiente para a.segutar la existencia del tribunal.
·
Peeo el expediente no pa. ó m<\s al lá:
la Inqt1isi–
ción hacia mucho tiempo á que había dejado ele ser
lo que fuera un siglo an te.s; las !lOciones ele tolerancia
en tua.tctiaclc ideas religiosas seibanaLrienclo cami–
no, tardío pero seguro, y e11 realidad de verdad, como
los hechos lo atestiguaban, la Filipinas jamás ha–
Lían dado gran cosa que hacer á los comisarios del
Santo Oficio .
Continuemos ahor::t con las causas ele fe .
El
16
ele Noviembre de
175.2,
Yeinte 6 más mari–
neros_moros del serYicio de un buque inglés, alqui–
laron cuatro barquillas con sus remeros, y unién–
dolas formaron con ellas un pabellón, dentro del cual,
sobre una mesa, colocaron una petaquilla., en cuyo
interior iba, según decían, un ídolo, al que festeja–
ban y daban culto con gran algazara. Entre cantares
y
el humo del incienso avanza.ron·por el río, hasta que