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LA

INQUISICIÓ~

llegados á cierla parte, amarraron dos piedras

al

ídolo,

y

prévias muchas reverencias, le tiraron al

agua.

Dljose que de e te hecho había resultado escán–

dalo en el pueblo,

y

iendo denunciado al comisario

Fr. Bernardo ele Ustáriz, trató luego ele levantar in–

formación del cnso. Comenzó por dirigirse al Ar–

zobispo

y

luego al Gobernador para que le die-–

sen ministros ele su sat.i facción que le asistiesen

en las diligencia. que pensaba practicar, negándo–

se ámbos con pt·etext.o de qne no tenian oficiales

de la calid ad que se soli citaba. Hecurrió en tonces el

comisario al general D. Antonio Romero, para que,

como familiar, acl nase en las diligencias de la in–

formación, que en dos días quedó terminada. Tra–

tóse en seguida de a. egu rar á los reo , para lo cual

era indispensable la fuerza pública

y

cárcel en que

guardarlos, que sólo podía facilitarla el goberna–

dor Marqués de Ovando. Pero hubo de salie bien

mohíno de su presencia el general Romero, cuan–

do tuvo por respuesta que, en virtud ele los ele, pa–

chos

y

reales cédulas que obraban en:su poder, era él el

juez priva.tiYo ele la causa, cosa que repitió luego al

com isario, á quien para el

ca~ o

mandó llamae á su

despacho, rogándole que

e ab tuvie e de en tender

en aquel negocio, pue se hallaba por su parte con

in tento de castigar á lo culpables.

«Por remate digo, concluía. el comisario dando

cuenta de lo ocurrido á sus superiores de México,

que este Gobernador se hace inaccesible é intra–

table con él cualquier negocio, pues la gran satisfac–

ción que de si tiene

y

la tenacidad con que se obs-