EN EL RÍO DE LA PLATA
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cho predicando que «el gobernador y su secretario
querían descomponer al obispo, y que mirasen qué
gentecilla erah para ello, y que sólo el papa le podta
descomponer,
y
que, oyendo esto, este reo respondió
qnc al papa se iría sobre ello, y el predicador, que
estaba sentado en una silla, se levantó á echallc de
la iglesia, y él no se quiso salir)).
·y
estando la causa en estado de prueba se dió li–
cencia á Rodríguez para que fuese á Espaiia en bus–
ca de su mujer, con cargo de que se presentase en
el Santo Oficio dentro de dos años y medio. Pa:sá–
ronse siete y más, y habiendo regresado á Lima
anduvo oculto y no se presentó hasta que se le no–
tificó para ello . Prosiguióse la causa
y
fué senten–
ciado á ser reprendído en la sala de audiencia y en
una multa y desterrado de Lima y Santiago del Es–
tero, donde se cometió el desacato.
.
En el auto de fe de 17 de Diciembre de 1595 salió
una vecina de Santiago del Estero llamada doña
Ana de Córdoba, natural de Medina-de Rioseco, que
habiendo pasado al Perú con su marido
~1elchór
de
Villagómez, en una larga ausencia qne éste hizo á
España á negocios del Gobernador, vivió al princi–
pio eon poquísimo recato y concluyó por casarse
con el capitán Blas Ponce, valiéndose para ello de
testigos falsos; y no contenta con esto, había ocurri–
do á indios
é
indias hechiceras pat'a que procurasen .
que su marido se murlese ó no regresase á Santia–
go. Item, que viviendo simplemente amancebada con
el capitán Ponce, «había dado en una merienda á su
mujer ciertos hechizos
ó
ponzoiia, de que había ve–
nielo á morir; que al juez eclesiástico que intentó
metér mano en aquel negocio le amenazó con que
le haría flechar por los indios, y que en las cartas