EN CARTAGENA DE INDIAS
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te, se siguió contra su memoria y fama; se falió en
confiscación de bienes y á que su estátua saliese en
auto público .
Don Sebastián Fernández de Gamboa, guarda
mayor de Carta.gona, preso desde el año anterior,
porque elijo que los familiares de la Inqu isición no
eran más que corchetes, y en cuyo proceso los in–
quisidores no pudieron en tenderse.
En 28 ele noYiembre ele dicho ai'ío de
1649,
cele–
braron auto particular de fe en · la iglesia de Santo
Domi ngo, con Ana Suárez, sortílega, á quien al día
siguiente se le dieron doscientos azotes por las ca–
lles; Francisco Mandinga, negro, como curandero y
adivinador; Manuel, también negro, que fué puesto
en el tormento; fray Francisco de
Ama.ya., acusado
de proferir algun as herejías y que habiendo salido
absuelto, pidió que en el auto se leyese su sentencia;
José Simó11 de Andrada, Juan Suárez de Mendoza.
y Manu el Mexía, testigos fal sos contra el padre
Amaya.r
En
1650,
Diego Núñez Rosa, preso desde hacía
tres años, porque en su testamento dijo que el mis–
terio de la. Trinidad era de tres personas di stintas y
una esencia, y que en la igles1a;- mien tras se decía
misa, al tiempo del ofertorio; hubo de declarar que
la tenía. por proposición herética.
Anton, negro, curandero, cuya causa. se suspen-
r.
Las relaciones de causas de estos años, así como todas los de
Cartagena, e¡:¡ general, son tan desconcertadas,
y
remitidas tan sin
·Orden, que cuesta
á
veces mucho formar la estadístiea de los
reos
y
más la averiguación de los que salierón en autos,
y
aún cuan–
do tuvieron lugar éstos.