268
LA INQUISICIÓN
Rebotay, fraile profeso de Santo Domingo, por ha–
ber cantado epístola, no siendo ordenado; y la mu–
lata Juana Bautista de Ochandiano, vecina de la
Habana, por hechicera.
Fuera de auto despacharon á Fr. José Cárlos,
mercedario, por un sermón que predicó en la Catedral
en que le notaron de haber dicho ciertas proposicio–
nes malsonantes y que salió absuelto; á Fr. Gaspar
de Nolasco, ele la mi sma Orden, por causa análoga
y
que salió también li bre; y Juan Olivito de Guz–
mán, veci"no de Panamá, por ha,ber sostenido que el
estado ele los
soltero s~
como quiera que viviesen ,
era mejor que el de los casados.
En 1649,
á
Juan Mateo de Vargas, bígamo; Fran–
cisco Ruiz, que sufrió la tortura de la mancuerda por
espacio de hora y tres cuartos y que fué condenado
á
oir su sentencia con méritos en la iglesia ere Santo
Domingo, en la misa mayor
y
en forma de peniten–
te, el 21 de febrero de dicho aüo, por haber sosteni–
do que todos los que morían se iban al cielo.
Francisco Rodríguez Palma, portugués, acusado
de haber dicho que los sacerdotes eran inútiles; Juan
Chico, negro, por renegador; José S_ánchez, vecino
de Santa Fe, por casado dos veces; Don;1ingo de
Aguirre, navarro, <<por haber hecho escarnio
y
mal–
tratado á una hechura de un Santo Cristo atado á la
columna)); Márcos, negro criollo, por reniegos; San–
tiago de la Mora, vecino de Mompox, por haber di–
cho que cualquier pulpero era mejor que San Fran–
cisco .
Francisco de Anclrade Freile, cuya causa estaba
ya votada en definitiva en 1647, y que, por su muer-