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CONCLUSION.
140. Llegamos al cabo de nuestt·o trabajo. Des_:
pues de exhibir pruebas, para que fueran conocidos lo8
padres de la co1npañia, prestan1os oido
á
los argunlen–
tos con que sus defensores pretenden justificarlos. Pero,
ya
se ha visto, talee argumentos han producido un
efecto contrario al propósito de sus autores,
y
en con–
secuencia, confir1nado nuestras pruebas,
y
descubier–
to la miseria de una defensa preocupada, arbitraria,
obra del deseo esti1nulado por el an1or propio. Tal
es la pena de las n1alas causas, venir en apoyo de la
buena, sin advertido.
Y en verdad, ¿gue ha dicho, que ha probado M.
Cretiueau-Joly en sus dos obras? Palabras arrogan–
tes, hechos desfigurados, faltas de respeto
á
personas
venerables; máximas inventadas
ex post jacto,
para
fundar la defensa de una causa desesperada; propo–
siciones aventuradas unas, y otras absurdas, que con–
funden lo bueno con lo malo, para traer la confusion
en provecho de la com.pañia; 1nalos juicios respecto
de hombres distinguid_o.s
y
benemeritos;
ju~tificacion
de hechos á toda luz injustificables
é
innegables;
y
despues de todo, la prolongada invectiva contra el
ilustr~
pontifice Cle1nente XIV. á quien maltrata mu–
cho en defensa
y
elojio de los jesuitas.
Y
,¿que ha dicho, que ha probado el señor Gutie..
rrez de la Huerta? Uu fiscal del Consejo que se con–
vierte en panejirista de la compañia, en santificador
<lel real decreto de su restablecin1ieuto, en amargo
n1ur1nurador del eonsejo estraordinario,
y
de cuantos
tnvieron parte en el estraña1niento de los jesuitas, sin
,esclair
á
Carlos III
á
quien presenta coactado; eu
¡1intar
á
la España degradada por ]a ausencia de los
je~
s uitas, hasta alabar en el siglo
19
el plan ele estudios
de Aquaviva, cuyo restablecimiento con el ele la com.
_;.