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hérnos
hablado en el artículo
XI.
de
la primera parte..
Baste oponer al Sr, Huerta él juicio del P. general
Tirso Gonzales, que asi dijo-·'el obispo Palafox, no
ha
retractado sus ·sentimientos
y
calumnias ni en vida
ni en muerte."
Poco diestro estuvo el señor fiscal, al referirse
á
las
·direcciones pastorales,
donde el señor Palafox exhorta–
ba
á los obispos,
á
que se valiesen de los jesuitas, cu–
yo elojio hacia; teniendo,
á
su j,uicio, esta circuu.stan–
~ia
el mérito de haber concluido ese libro
pocos
días
antes de su muerte.
El j
uic~oso
y
prolijo editor de las
obras del señor Palafox hace notar, que "escribió el
libro de las
direcciones 1Jastorales
en
1646,
siendo obis–
po de la. Puebla," en una época en que los jesuitas
aun no se le habian dado
á
conocer,
y
por eso los re–
comendaba
á
los pastores. !!fas el fiscal, dejando á un
lado esa hermosa edicion de Madrid en
17ti2,
ocurrió
á
otra antigua, en la cual se decia, que el señor Pala–
±ox escribió dicho libro en el
penúltinw afio de su vida,
que fué en
1658,
aunque teniendo por conveniente el
señor Huerta sostituir á esas estotras palabras-con–
cluyó la obra
po:c'Gs días antes
de
su muerte.
Por
lo
que hace al mentís que dá el fiscal á
la
rela–
cion delobispoperseguido, qne huia á los montes,
juz–
.guen nuestros lectores, si escribiendo al papa un obis–
po,
y
un o hispo como Palafox, habían de ser falsas las
palabras siguientes-'•los jesúitas trataban de encarce–
»
lar1ne, :atrayendo
á
su parte
al
Virey Salvatierra,
y
»
en la cáreel se hallaban rnuchos
cléri~os
y
mi vicario
»general, obispo electo de IIondu:eas,
y
temeroso de
)>
que hubiese choque
y
escándalo de los parciales de
)>
los Jesuitas con los que de:fenderian
á
su obispo, tuve
)>
por conveniente, despues de haber proveido
al
gobier–
»
no de mi iglesia, buscar un refujio en los montes, acom–
-»
paliado de mi secretario
y
de 1ni confesor, enviando
»
á los familiares por diferentes can1inos, para tenee
)) ahi entre serpientes, escorpiones
y
animales perni–
l))
ciosos, en qne abunda este pais, la seguridad que no
»
he podido hallar e11 la implacable compañia de estos
>>
rel1jiosos. Veinte dias pasé con gran peligro de la
m
vida
y
escasez de alin1entos, pues nü
p~n
era la tri–
)) bulacion,
y
nli
agua las lágrin1as, hasta
que
pu~
:;> -de
ocultarrne en uua pequeña choza, donde
estuv~