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infatibi
e?
N
o;· pues podía
habe.r
otro
papa
que
fa
et-ti:1gniera de nuevo. Y los papas no considera–
ban la teoría de las reglas-
y
votos en el órden misti..
co, de cuya bondad no dudaban, sino el merito prac–
tico, la utilidad que se ,prometían al instituir las ór–
denes, y su inutilidad ó pmjuicio al estinguirlas.
El docto Melchor Cano ha sido uno de los escrito–
res 1nas mnpeñados en defender la infalibilidad pon–
tificia en rnateria.s de fe;
y
no obstante ha sostenido,
que el papa puede errar en la aprobacion de las órde–
nes regulares. Y no lo decía arbitrarian1ente sino ale–
gando razones, y apoyado en ellas se espresaba asi–
"es debil el argumento de aquellos, que obteniendo
ó
arrancando en estos tiempos tales privilejios, mi.rah
las nuevas religiones como bajadas del cielo. Y en
nuestro sjglo hay tantas, confirmadas por los pontífi–
ces, que qnien las reputase á todas por
utiles
ó
ne–
cesarias,
merecería ser calificado de in1rrudente, por
no llan1arle necio." Si tales razones hubiera recorda–
do el Sr. Huerta, habria moderado la precipitacion de
su juicio contra la sentencia de Cano.
85. Respecto al Sr. Palafox,habriamos deseado que
el fiscal hubiese citado docun1entos auténticos, de
qu~
"los postuladores de la causa de beatificacion negaron
constan te1nente, que fuese de dicho obispo la carta
inocenciana,
y
que veinte obispos de España lacen–
suraron de calumniosa, satírica, mentirosa
&."
y que
señalára el pasaje de_la
dPjensa ccmónica,donde
supone
que "el Sr. Palafox negaba espresamente que fuese
suya." I-íombres como el Sr. Palafox no niegan lo que
l1an escrito: ni era para desconocerse una carta, que
honraba por muchos títulos
á
su autor,
y
que fué tan
bien viRta
y
aplaudida en Roma por muchos carde–
nales
y
prelad0s, como
papel de los mas b1:en escritos.
A.
un podia haberse escusado el Sr. Huerta de semejan–
te inclicacion, supuesto que al :fin reconocía por ge–
nuina dicha carta; pero entonces quedarían sili escri–
birse estas hirientes palabras-"si el docun1ento acre–
dita ser hijo del padre que lo enjendró, no quiso este
confesar su frajilidad ó su culpa, sino por el medio
indirecto del arrepentimiento que se le atribuye, para
disculpar sus errores en esta parte." Y este preten–
dido arrepentimiento es invencion jesuítica, de que