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CaiTll11Ur{u1

a

los fines COnvenientes, COD10 111edio Je

aC·

t~ion.

El que habla á no1nbre de fJios tiene nna ven–

taja imponderable sobre todos; y será nn ser bénefico,

un ánjel de consuelo y salvacion, cu anclo proceda con

sinceridad en servicio de sus smnej nntes; pero será el

jénio del mal, un verdadero dmnon io, cuando sacrifi–

que

á

otros,

y

en e1 bien mismo q ne ]es haga, se mire

á

sí propio como fin últin1o, y se valga de la re1ijion

como de instrumento.

258.

¿Por qué, mientras otras órdenes regulares,

mucho mas antiguas que la co1npañia, continúan vi–

viendo, ella en poco mas de dos siglos n1aduró su exis–

tencin, hasta anticuarse

y

morir? No se necesita n1u–

·cho para conocer la diferencia entre los que guarda–

ban sus

virtt~des

y

defectos dentro de los claustros,

y

'lo.s que se ostentaban en n1edio del mundo

y

su polí-

tica. Esta posicion era violenta,

y

los que se hallaban

colocados en ella, tenian que triunfar, ó desacreditar–

se, y perecer.

Y

el descrédito estaba en la n1entira

pública. Cuando los papas es.tinguieron Yarias órde–

nes regulares, daban por razon, que se habían relaja–

do eu la disciplina, que eran de poca ó ninguna utili–

dad

á

la iglesia, y otras sen1ejantes; pero cuando Cle–

mente XIV estinguió la con1pañia, tuvo que sa1ir de

los claustros,

y ·

decir~

que "casi desde su oríjen brota–

ron en ella sernillas de disensiones con otras órdenes,

con el clero, con las universidades, y hasta con los

príncipes; y que s

ubsistie

ndo la con1pañia, apenas ó

<le ninguna n1anera

pofl

.ia restablecerse la verdadera

y

durable paz de la iglesia." Aun cuando, por un ins–

tante no 1nas, pern1itieramos, que ]as acusaciones no

fuesen juetas, no se podrían inculpar de ten1erarias, ni

aventurarse la paz

y

bienestar ,de los pueblos

á

la

existencia de la con1pañia.

Digan1os con franqueza: quien haya forn1ado su jui–

cio, leyendo

y

1neditando las cos3,s de los jesuitas, se

verá tentado

á

decir-cuando se hallaba

á

solas el P.

general con sus asistentes, no podria rnenos de reirse

con ellos, y hasta con el

rnonitor,

por la sencillez de las

poúres gentes.

En verdad, estas merecían lástin1a)· so–

bre otros debia caer la indignacion. Disfrácense los

padres; ellos se darán

á

conocer involuntariamente en

~o

mentos impensados de injenuidad.

¿N

o fué injenuo