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plos de los ídolos,

y

en la manteca una mecha

ericen~

dida, que es ceremonia pagana;

y

todo ello conduci–

do por cuatro hombres en una camilla eon la cruz ele–

vada,

y

detras el sacerdote con capa negra

y

estola.

He visto cristianos embarrados en ceniza de estiercol

de vaca, divinidad de las pagodas, para perdonar to–

da clase de pecados,

y

el sacerdote la habia bendeci–

do sobre el altar. Se había visto aquí un padre jesui–

ta, llamado Turpin, revestido de hábitos sacerdotales,

sentarse sobre las gradas del altar antes de decir misa,

y

dejarse besar el dedo pulgar del pié, despues de tres

genuflexiones,

COJ;D.O

en la adoracion de la cruz, por

los malabares cristianos, para imitar en esto una ce–

remonia pagana

é

infame"-"Los idólatras se llena–

ban de gusto, al ver que las ceremonias de su religion

servían para dar lustre al cristianismo. Alguna vez

hicieron los jesuitas una procesion, llevando un peda–

zo del hábito de San Francisco Javier en la custodia

que servía para el Santísimo Sacramento; de suerte

que el pueblo, que creia se llevaba el cuerpo de J.

C.

se prosternaba en las calles, creyendo adorar al mis–

mo

J.

0."

3'14. Pasando á 1a China, "los padres dominicos

fueron los primeros que anunciaron el evangélio en

esa region: despues llegaron los agustinos, y última–

mente los Jesuitas Ricci, Rogeri y Passi, que hacién–

dose de gran crédito por sus agasajos, y sobre todo

por su complacencia á la idolatría, obligaron á otros

religiosos á retirarse. Despues varios donünicos en–

traron en la China por algun tiempo; pero los man–

darines los forzaron

á

salir, por empeño de los jesui–

tas. El P. Lopez, dominicano, fundó en Macao pos–

teriormente un convento de su órden; pero los ma–

nejos de los jesuitas frustraron la empresa, y los do–

minic::mos se retiraron de Goa, quedando el P. Ricci

con los suyos absolutos señores de la mision."

"El tal padre era hábil y ·astuto, y poseía to' os los

talentos que pueden hacer agradable á un hombre y

ganarse el favor de los príncipes; pero tan poco ver–

sado en materias de fé, que basta leer su libro

de la