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cr istiana en un reino,
á
tener compañeros
que· la pro–
paguen.''
311.
"De la misma manera se condujeron en el
Mogol. El señor Mateo de Castro f'ué enviado
á
la
Etiopía como vicario ap,ostólico, y
no
pudo ser reci–
bido, porque los jesuitas tenían
allí
un patriarca de su
compañia. El señor Castro . se dirijió entónces
á
bs
Indias; mas apenas llegó
á
Goa, cuando los jesuitas
le pusieron obstáculos. Sin embargo, logró introdu–
cirse en los estados de un Rey idólatra, quien le permi–
tió levantar una Iglesia. Con este motivo se propuso
trabajar una casa para los padres del oratorio,
y
lo
consiguió; peTo se nwvieron los celos de losjesuitas,
que emplearon la calumnia para desacreditarle,
y
echar abajo sus iglesias; y aun enviaron
á
Roma in–
formes horribles sobre sus costumbres, que llamaban
desarregladas. El Obispo fué
á
Roma, donde re–
cibido al principio fríamente, logró por fin manifes–
tar con tanta claridad su inocencia, as! como la infi–
delidad de los jesuitas, que regresó honrosamente
á
su mision.''
312.
"Los capuchinos llegaron
á
mediados del sig–
lo
17,
á la costa de Coromandel, y c01nenzaron
á
pre–
dicar la fé á los 1nalabares, e.stableciendo luego una
parroquia en Pondicheri. Los jesüitas echados de
Siam vinieron
á
refugiarse allí,' y los capuchinos los
recibiron cordialmente, aunque sin precaucion; por
que aqullos los molestaron en la posesion dela parro–
quia,y empeñaron al Obispo de Meliapur, su antiguo
ca–
hermano, á que erigiese dos, una de franceses, confiada
á los capuchinos, y la otra de indios malabares para
los jesuitas. Rabian tenido estos la astucia de intere–
sar al director de la compañia de Indias, para que
que dijera al Obispo, que las intenciones del Rey eran
que se erigiese esta nueva parroquia. El Rey declaró
clespues, que él no se acordaba haber dado tal órden.
Viendo los capuchinos, que se les arrebataba la por–
cion que les habia costado muchos sudores, se flUeja–
ron á la congregacion de
propaganda
y
recibieron una
providencia fa;vorable; pero el Obispo de Meliapur no