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vinculaciones, que servían de obstáculo á la repartl–
cion de las propie0-ades, y
á,
su libre circulacion, para
que
se colocáran en el lugar n1as co·nveniente á los inte-·
reses de los particulares y de la sociedad; así como·
desvanecer esa miserable fa-rsa de clases altas y pri-·
vilegiadas, que ostentan una.pueríl
vanidad~
una ver–
dadera miseria, que ocurre á vestidos y relumbrones
para ocultarse. P er o sentar por r egla general, y mi-·
rar como un bien ele la sociedad, la igualdad de con–
diciones y de fortunas, nos par ece una notable equi–
vocacion, que no entrará j a1n ás, ni conviene que en–
ti•e en los verdaderos intereses de una buena socie–
dad. La condicion del magistrado no puede ser igual
ár la de los símples ciudadanos; ni la del que sabe
y
enseña
á
la del ignorante y del que aprende; en una
palabra, las condiciones sociales. no pueden tener
igualdad, cuando son obra de la naturaleza
ó
de la
ley, que las crea dentTo de los :fines convenientes al
bienest ar de la Nacion.
Tampoco la igualdad de fortunas puede conside–
rarse como un bien en la sociedad. La fortuna del
hon1bre laborioGo no puede ni convien que sea igual
á
la del descuidado; ni la del industrioso que mnplea
su t alento y luces adquiridas para dirijir una empre–
sa,
ó
del que pone sus brazos en la ej ecucion,
ó
del
que r ecorre paises para encontrar mayores recursos
y adelantar , á la del que se contenta con r ecibir ocio–
so la her encia de sus padres.
Pasando de la consideracion ele los principios
á
la
aplicacion que de ellos hace el señor Funes al gobier–
no de los j esuitas, empéñef::e cuanto guste este señor
en pintar " esas r epúblicas, como las únicas del Inun–
do, donde reinaba esa perfecta igualdad de condicio–
nes, que t empla las pasiones destructoras de los esta–
dos, y suministra fuerzas á
b
razon .'' En verdad, el
Paraguay no conocía sino dos condiciones y dos for–
tunas, la condicion de los pastores y la de los reba–
ños; la pingüe fortuna de que disponían los padres,
s·egun les estaba prevenido para los :fines convenien–
tes,
y
la escacisíma, para lo
necesario sin superfluo
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