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110-

leerá-cum

aprobatione et permissu-cum supel'iorwn per–

missu-cwn gratia et privilegio.

Si en los siglos anterio–

res no podía imprimirse sin censura prévia, sin licen–

cia prévia de los superiores, estas condiciones teniau

mas riguroso sentido en la órden de S. Ignacio de

Loyola. De suerte que, obtenida la licencia de los

superiores, y principalmente del P. general, que era

el alma del cuerpo de la compañia, se reputaban, ájui–

cio de ella, por buenas y sanas las doctrinas conteni–

das en las obras aprobadas

y

publicadas.

.

Y en verdad ¿habrá quien sostenga de buena fé, que

la mayoría de los escritores de la compañia no soste–

nía la doctrina del probabilismo?. Y esta doctrina no

dormía en los libros, sino que dirijia la conciencia de los

confesores. ¿Cuántos ptnsarian como los padres Bolar–

minos, Gonsalez, Elisalde, Comitolo, Blanco, Cama.r–

go, VicenteBaronioyotrospocos?. Yahemosvistoque

fueron inútiles, los esfuerzos de uno ellos, para des–

mentir con un hecho solemne el ca.rgo que se hacia á la

compañia, de que era propia suya la doctrina del pro–

babilismo. El·hecho solemne habría sido, que uri hi–

jo de la compañia escribiese la impugnacion de esa

doctrina, dedicarla al P. general, y que este hubiese

dado su licencia para la publicacion. Así lo creía y

as! lo intentaba el ·P. Tirso Gonsalez; pero todo fué

iuútil; como inútiles fueron los pasos dados, cuando

General, viéndose c,bligado

á

decir alguna vez-"yo

no doy este tratado cmno general sino como teólogo,

sin obligar á ninguno de missúbdit9s

á

que defiendan

lo que yo, dejándolos en plena libertad de seguir lo

que les parezca fundado en sólidas razones, despues

de un exámen maduro, y guiado por u1i sincero de–

seo de descubrir la verdad. Léjos de mi el obligar á

mis sú'Qditos

á

defender mi sentencia, y antes bien di–

ré con S. Agustín-si

rne he engañado, no tendré ver–

güenza de aprender."

(171)

El general mismo, el poder

absoluto, el

Poder

en su órden, tuvo miedo al infiujo

de los escritores, y

á

la supremacía que ejercían en

la conciencias.