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Con todo lo cual se demuestra hasta la saciedad,

que ni España estuvo en época alguna alejada del mo–

vimiento intelectual europeo, ni la Inquisición puso

traba alguna al pensamiento, coincidiendo la época de

su mayor vigilancia con nuestra cultura y florecimien–

to intelectual más asombroso; ni se cumplió la famosa

pragmática de Felipe II, pues es achaque muy antiguo

de nuestra idiosincracia nacional dar inmejorables y

prudentísimas leyes, pero muchas de ellas quedan es–

critas en los archivos para servir de entretenimiento á

los historiadores de nuestra jurisprudencia.

Si la Inquisición española no

guillotinó el pensa_

miento,

como con frase

~ruda

y bárbara se ha dicho;

¿ejerció en América rigor más extremado, prohibien–

do toda expansión á la inteligencia y todo noble ej er–

cicio al

espíritu~

como también se afirma, sin reparo

alguno? De ninguna manera puede sostenerse tamaña

afirmación sin falsear burdamente los datos verídicos

que del célebre Tribunal se conservan, especialmente

en el Perú. Pues si en España se han podido tergiver–

sar debido á la proverbial ligereza del apóstata Lloren–

te, respecto de América las informaciones y datos

son mucho más seguros.

La mayoría de los procesos recayeron en supues–

tos brujos, hechiceros, sobre todo bígamos y concubi–

narios y otros reos de delitos contra la honestidad.

Hubo también algunos judai·zantes, molinistas,

etc., y la mayoría fueron condenados á destierro, azo–

tes, reclusión y trabajos forzados. La muerte en ho–

guera se aplicó pocas veces. En Lima sólo hubo trein–

ta quemados en persona, de 1573 a 1736,

y

en los tres

siglos del XVI al XVIII en efigie ó en huesos. Y no se

olvide que todos fueron gente obscura y sin letras, que

maldito lo que hubieran contribuido al progreso de las

letras, las ciencias ni las artes.

Y sin

embargo~

bajo la <<dura>> presión del santo

tribunal, hubo en el Perú tal producción intelec–

tual y un florecimiento tan extraordinarie en materias