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haber trabajado para un teatro tan pobre como el de
Portugal, maldito si representaría nada en las letras.
Que entre las gentes casti gadas en diversos con-–
ceptos por la Inquisición "podia" haber muchos sa–
bios "inéditos". como el poeta don Pánfilo, ni lo niego
ni lo afirmo. Pero esto de los ingenios ahogados en
flor, y á quienes la suerte no concedió manifestarse, es
bueno para dicho en la elegía de Gray <<sobre el cemen–
terio de una aldea>>, no para aducido en una discusión
científica. Ni es cierto que la Inquisición anduviese á
caza de sabios para tostarlos. La Inquisición co–
mo todo tribunal, se componía de hombres,
y,
según
las ocasiones, procedió más ó menos rectamente, pero
nunca con intención deliberada y sistemática cle ma- ,
tar el pensanliento, á no ser que por <<pensamiento>> se
entienda únicamente el <<pensamiento heterodoxo>>.
<<Pues ¿qué diremos de esos famosos procesos con
que siempre se da cara á los defensores de la Inquisi–
ción? La Inquisición procesó
á
Carranza, porque Ca–
rranza había enseñado proposiciones de sabor luterano.
La Inquisición procesó
á
Damián de Goes, porque
Damián de Goes era protestante, ó poco menos. Pero no
procesó al primero por <<teólogo>>, ni al segundo por<<hu–
manista>>; como en el siglo pasado no procesó á Anas–
tasia da Cunha por matemático, sino por· volteriano.
Pero, ¿á qué prolongar esta reseña? De otros procesos
he hablado más de una vez y no quiero repetírme. El
del Brocense fué una cuestión de escuela: era ramista
y se conjuraron contra él los <<aristotélicos>> salmanti–
nos. La Inquisición, para hacerlos callar, le llamó á
su tribunal tres veces; pero no le impuso castigo algu–
no personal ni aflictivo. Lo de Fray Luis de León fué
cuestión más honda; sus acusadores no eran gente
vulgar, y por eso duró tanto la causa; pero ni Barto–
mé de Medina ni León de Castro pudieron impedir
que se hiciera la luz y se reconociese la inocencia d el
procesado. H ay otros procesos, que son verdaderos
''mitos", en esta categoría coloco los que se suponen