-66-
de los maestros D. Marcelino Menéndez y Pelayo, es
una ridícula vulgaridad el continuar creyendo en se–
mejantes patrañas.
Y como todavía no faltan escritores que no cono–
ciendo poco ni mucho la historia del célebre tribunal,
continúan atribuyéndole toda clase de atropellos y ve–
jaciones, transcribiré lo que el insigne maestro ya cita–
do dice á este propósito: .... <<Yo ruego que se me nom–
bre un sabio, un sólo sabio español que pereciera en
las hogueras inquisitoriales. ¿Dónde están? Yo no los
veo. Las víctimas de la Inquisición pueden distribuir–
se del modo siguiente:
<<Judaizantes: todos gente obscura; ni un solo
hombre ilustre entre ellos. Algunos dicen que Menaseh–
ben Israel fué atormentado; pero es falso. El ator–
mentado fué su padre, mercader de Lisboa
y
hombre
sin letras. El único judaizante literato que, según mis
noticias, padecio tormento fué David Abenatar Melo,
mediano traductor de los <<Salmos>>. Pero nadie le persi–
guió por poeta> sino por judaizante. La Inquisición
de <<Portugal» quemó á principios de este siglo (cuando
en el resto de la Península apenas se quemaba á nadie)
á otro judío dramaturgo, Antonio José de Silva. Cien–
tíficos, cero. Entre los conversos
y
judaizantes hu–
bo hombres de gran valía; pero nadie los persiguió
mientras fueron cristianos, á lo menos en apariencia.
Isaac Cardoso, Isaac Orobio de Castro
y
otros muchos,
después apóstatas, habían alcanzado en España ho–
n ores y reputación, desempeñando cátedras en nues–
tras Univ ersidades, sin que fuera obstáculo la mancha
de su orígen. Es más: en España imprimieron libros
fi losi) ficamente muy atrevidos, y nadie les fué á la
mano, ni los quemó ni los puso en el "Indice".
<<~rioris cos:
Gente indocta todos. Los que algo
sabían, como Miguel de Luna y Alonso del Castillo,
vivieron en paz con los cristianos, y lograron hacer su
agosto. Quemados,
'~cero",
atormentados, " idem".