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Nula
ó
escasísima importancia tuvo .en la deca–
dencia de nuestra cultura intelectual la célebre prag–
mática de
22
de Noviembre de
1550
·dada por Felipe
II; en la que se prohibía la asistencia de los estudian–
tes españoles á las Universidades extranjeras con
excepción de Bolonia, Nápoles
y
Coimbra, por evitar
todo contacto con doctrinas heterodoxas; en cuya re–
solución han querido ver muchos un óbice para el roce
intelectual de España con el resto de Europa; pero no
se tiene en cuenta que la tal pragmática apenas si se
cumplió; porque después de
1550
hubo profesores es–
pañoles en Universidades que no eran Bolonia ni Ná–
poles; por ejemplo, e] padre Mariana en Roma y Lo–
vaina
(1552
y sig.); el geógrafo y matemático Fernán–
dez
Medrano~
en la Academia rnilitar de Bruselas
(fi–
nes del siglo XVII); Rodrigo Fonseca, en la cátedra de
medicina práctica de Padua (primeros años del siglo
XVII), y además, todos los jesuitas que iban
y
venían
á
los Colegios
y
Seminarios fundados por ellos en
Francia, Alemania, Italia, etc; junto con los que se
trajeron para establecer los Estudios de San Isidro pa–
ra nobles.
Adviértase, también, que Bolonia
y
Nápoles
eran dos centros permanentes de comunicación con
la ciencia ex tranjera, y lo misn1o representaban los
sabios de otros países
que~
como Clusio y otros, ó
vinieron á España,
ó
se carteaban con nuestros hom–
bres de ciencia,
y
aún los colegios de ingleses é irlan–
deses de Sevil1a, Valladolid y otras poblaciones. Por
último sin ser estudiantes ni profesores, muchos hom–
bres eminentes de España vivieron, después de
1550,
largos años en el
extranjero~
y
pudieron recibir allí la
influencia del saber ajeno: como Ramos del Manzano,
que residió en Milán; Saavedra Fajardo que estuvo 40
años fuera de España
y
adquirió gran renombre en el
extranjero; Quevedo, que también pasó bastantes años
de su vida en Italia, etc. (Altamira <<Historia de Es–
paña>>, tomo 2, pág.
651.)