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<<Protestantes: Ni uno solo de los que algo valie–

ron fueron chamuscados por la Inquisición. Juan de

Valdés murió tranquilo

y

respetadó en Nápoles. A

Servet lo tostó Calvino. El doctor Constantino Ponce

de la Fuente murió en las cárceles, y lo que quemaron

fué su estatua. Juan Pérez, Casiodoro de Reina, Ci–

priano de Valera, etc., anduvieron casi toda su vida

por el extranjero. Ninguno de ellos era un sabio del

otro jueves.

Total de ''protestantes" quemados "cero".

<<Nigromantes y brujas: No creo que los sabios

abundasen en el aquelarre de Zugarramundi. De ni–

gromantes doctos sólo se procesó, que yo sepa, al doc–

tor Torralba, que era un loco de atar. Así lo entendió

la Inquisición, y por eso no perdió el tiempo en ator–

mentarle ni en quemarle.

<<1\lumbra.dos, confesores solicitantes y otros exce–

sos: Tan1poco en esta sección perece ningún "sabio".

Dios nos tenga de su mano.

<<Procesos políticos de Aragón: Idem, ídem.

<<Resúmen de todo: la Inquisición de Portugal

quemó á un judío que hacía sainet-es, no por hacer sai–

netes. sino por haber "judaizado".

<<La Inquisición de Valladolid dió garrote

á

un pre–

dicador de fama, llamado el doctor Cazalla, por haber

esparcido el Luteranismo en aquella ciudad. La In–

quisición de Sevilla quemó los huesos de un predicador

famoso, por igual causa.

<<Tenernos, pues, que el

sangriJnto /;.artirolog io

d~

mas de cinco siglos}

desde fines del siglo

XIII~

en que

entró la Inquisición en Cataluña, hasta principios del

XIX, se reduce á "tres", por mejor decir á "dos" hom–

bres. un poeta dramático y un predicador, entrambos

medianos, y sin los cuales se pasaría muy bien nues–

tra historia liter_aria. De Cazalla ni aún sabemos que

imprimiese nada,, por lo cual nadie le nombra, sino los

que escribimos de herejías. A Antonio José le ha dado

alguna fama su trágico fin; pero sin la circunstancia de