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miento filosófico de Europa.... . . No quiere E-sto decir
que la filosofía de Malina y de Suárez informase por
completo la vida intelectual de la época; pero es indu–
dable que
á
España se debe el restablecimiento del
principio de autoridad en todos los órdenes, que puso
un dique, á veces beneficioso, al desarrollo de la espe–
culación filosófica en la Europa continental>>.
De suerte que con los testimonios arriba citados
y otros innumerables que pudiera
aduci~,
cae portie–
rra, como todo lo que no está sólidamente construido,
aquel decantado aislamiento de España por temor á la
incredulidad. Las teorías de todos los hombres nota–
bles que por aquel tiempo agitaron la mente humana,
salvo algunas disparatadas en materia religiosa, tuvie–
ron prosélitos y secuaces en España; y jamás se mani–
festó el pensamiento ibero, tan independiente como
entonces.
¿Dónde esta pues el empobrecimiento del
pensamiento español? Tan grande fué la influencia de
nuestra intelectualidad, que aún con haber decaido en
el XVII y haber arreciado los odios contra España des–
pués del fracaso de la Armada Invencible, nunca fué
más apreciada la cultura ibérica.
<<Las oficinas de traductores, como dice un nota–
ble escritor, eran entonces más activas que nunca; sa–
lían á millares los libros españoles de las prensas ex–
tranjeras, de Amberes, de Amsterdam, de Lyon de
Francia, de Venecia, de Milán. P6r todas partes bus–
cábanse intérpretes de la lengua, divulgábanse Gra–
máticas, Diccionarios. Artes, Tesoros, Espejos y Flo–
res, para facilitar el estudio del idioma de Castilla.>>
Antes aún que Calderón celebrara en su auto <<La
protestación de la fé>>. (la conversion de la reina Cristi–
na), llamábase en las apartadas tierras de Suecia en
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psala (Stokolmo) á cierto
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acobo Púteo, <<magíster
linguarum ItaJicre et Hispanicre.>> Triunfaba el español
en las clases distinguidas de Inglaterra y Alemania.
Triunfaba en Flandes, en Italia, en Francia, donde al
decir de Cervantes,<<ni varón ni mujer dejaba de apren-