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fundaron algunas escuelas particulares, como la del
insigne Cervantes de
Salazar.
En el Perú es–
tuvieron muy estendidas y florecientes las escuelas
primarias debidas al celo desplegado por los misione–
ros franciscanos, dominicos, jesuitas mercedarios y
agustinos. Respecto de los últimos,recuérdense las ad–
mirables instrucciones que llevaban de sus provincia–
les de enseñar
á
los indios la lectura, escritura. música
y artes y oficios, como dice el padre Calancha.
Tarnpoco faltaron en Chile
y
demás países colo–
n.iales, todas ellas regentadas
y
sostenidas por los mi–
sioneros.
La cultura superior ó universitaria que se implan–
tó en la colonia fué un clarís-imo y exacto reflejo de la
que se daba en las Universidades españolas,
l~s
más
célebres del mundo por aquella época, como ya hen1os
dicho repetidas veces; pero debió de ser bien mengua–
da y raquítica aquella cultura si hemos de creer lo que
dicen medianos escritores que se precian de conocer
nuestra historia y nuestra excepcional civilización.
España, dice uno de ellos, en el nefasto reina–
do de Felipe II, se aisla intelectualmente del resto del
mundo civilizado, quiere vivir para el catolicismo y li–
brarse del peligro de la incredulidad; el pensamiento se
empobrece, porque las persecuciones se hicieron infa–
tigablemente contra la- clase más inteligente, que de
manera inevitable se contan1inó de incredulidad
y
que
vivía en contínuo
sobresalto~
temiendo los suplicios
inquisitoriales.
Cualquiera creería, a dar fé al citado parrafito,
que durante el siglo XVI y XVII España entera se
convirtió en algo así como en un monasterio de cartu–
jos, cerrando á cal y canto sus puertas para que nadie
quebrantase la horrenda clausura inquisitorial. ¡Cuán–
ta falsedad
y
á la vez cuánta ignorancia histórica!
España que fué la primera nación que abrazó con
decidido entusiasmo el
renacimiento greco- latino;
abriendo de par en par sus puertas á las auras regene-