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pi11a mayor y el presbiterio eran excelentes obras de
arte; y el altar mayor, de riquísima madera, hermosa–
mente tallada
y
todo él de orden corintio. La parte
principal sobre el Sagrario, la adornaba un lienzo de
tres varas de largo y dos y media de ancho, con la ima–
gen de San Ildefonso, Patrón del Colegio, en el acto
en que la Virgen le vistió la celestial casulla que en
Toledo se guarda; obra de gran inspiración y la mejor
que en este reyno dejó el celebrado pincel de Angeli–
no Medoro.
Daban armonía á la majestad del retablo y del
altar mayor, otros dos colaterales pequeños; uno de
Nuestra Señora de Copacabana y otro del Arcángel
San Miguel; ambos de buena escultura y de armónica
proporción. Después del arco toral, en el cuerpo de la
Iglesia hallábanse dos curiosos altares con dos retablos
de orden corintio y gran profusión de adornos. El del
lado derecho era de Cristo N. S. Crucificado,agonizan–
do en la cruz, fruto del pincel del ya citado Angelino
Medoro. El del lado izquierdo era de Nuestra Señora
de la Gracia, bellísima imagen si hemos de creer al
cronista Torres.
Piezas notables eran también la Sacristía y el coro
en donde al parecer existían preciosos artesonados co–
mo entonces se usaban en fábricas de algún mérito.
Los claustros, General Mayor, clases y demás pie–
zas destinadas
á
ejercicios literarios y actos públicos,
eran en extremo elegantes y
bü~n
acondicionados.(Vid.
Torres. Libro
I~
cap, 33 y sig.)
- Este insigne Colegio, del cual hoy a penas si queda
unas miserables reliquias, en aquellos buenos tiempos
de esplendor y de grandeza era gobernado y presidi–
do en lo espiritual y temporal por un
prelado~
que lle–
vaba el título de Rector, á diferencia de los superiores
de los otros conventos, que se llaman Priores. E r a
elegido el Rector, como cargo de suma importancia,
por la suprema autoridad de la Provincia,
ó
sea por el
Provincial y su definitorio. Se elegía generalmente
á