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que fué la colonización española; la <<mezcla de las ra–
zas>). El conquistador
y
colono españoles, en vez de
sentir aversión ó repugnancia á los indígenas, se unie–
ron con
ellos~
no ya en la forma inmoral del amance–
bamiento tan corriente y usual en las dominaciones
guerreras- sino también en la de legítimos matrimo–
nios. Esta nota característica no la tiene ninguna otra
nación colonizadora, y á ella se debe la fusión de las
razas y la creación del << mesticismo >>,
que constituye
un número importante de individuos en la población
americana.
Por eso se ha podido aflrmar que, no obstante la
conquista y el río de sangre que aquí fluyó abundoso
durante tres siglos y medio de la Península, <<más de
la mitad de la población que ocupa las Américas
(excepto los Estados Unidos) desciende de los anti–
guos dueños de aquellos territorios>>. Y que por in–
fluencia de ese espíritu de igualdad que trajo la fusión
<<en las constituciones políticas de los Estados hispano
americanos (al revés de lo que pasa en la república
yanqui en la América inglesa), las diferencias de origen
no son causa de desigualdad civih>.
Gran testimonio de aquella benéfica colonización
es también la masa enorme de indios que existe toda–
vía en los territorios por los españoles conquistados–
lo que no sucede en ]os colonizados por los anglo-sajo–
nes:-Estados Unidos; -pues no obstante las hecatom–
bes que algunos historiadores se complacen en descri–
bir, en las guerras entre conquistadores é
indíge–
nas, no obstante los malos tratamientos y abusos
que tanto se han exagerado por propios
y
extraños,
hay en México todavía sBis millones de indios;
y
en Cu–
ba, en 1532, á pesar de las atrocidades que se relatan
en los primeros años de la conquista. habfa medio Ini–
llón, disminuyendo
después~
causa de epidemias
y
en–
fermedades; existiendo muchos de ellos todavía trece
años más tarde (<<Vid. documentos de 1530, 1537 y
1540>>). Lo mismo se puede decir de otros países.