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Lope de Aguirre y los alemanes en Venezuela (mode–
los de crueldad, como Sedeño y Hortal en Cubagua) se
distinguieron en la misma región, por su humanitaris–
mo, hombres como Ampués
y
Osorio. Frente á con–
quistas como la de Centro América, está la de ·califor–
nia, emprendida en 1697 por el padre Kino y el padre
Salvatierra, con otros cuatro españoles
y
tres indios,
y
conseguida. en pocos años, con muy escaso derrama–
miento de sangre (el inevitable en choques guerreros),
pero sin que se dieran espectáculos de duras vengan–
zas, aun convictos
y
confesos los culpables de algún
desmán, y menos de explotación de los indios,á la ma–
nera de rviéxico y otros puntos. Ese mismo procedí··
miento se siguió luego en las exploraciones del capi–
tán Anza y el padre Garcés (siglo XVIII), para ensan–
char los dominios californianos. Una de las cláusulas
del documento en que se concedía permiso para estas
exploraciones, dice: <<Los soldados sólo usarán de las
armas en el forzoso caso de necesaria defensa, portán–
dose con todos los indios del tránsito con el mayor
agrado y moderación>>. Que así se hacía, perpetuando
el sistema de atracción suave, lo prueban los testimo–
njos de visitantes extrangeros como La Perouse, Van–
couver y otros. El sistema seguido en California por
los franciscanos fué
la meJor obra que
la
historia re=
cuerda, cumplida en tier12pos modernos tocante
á
una
raza inferior,
y á él ha recurrido, siglos m8s tarde, el
gobierno de los Estados Unidos. (Altamira Historia de
España, tomo III pág, 229 y sig.)
Los modernos escritores Burke, Blackmar, Ros–
cher y otros, reconocen y confiesan paladinamente que
los misioneros españoles, <<hasta donde esto era posi–
ble, se interpusieron entre los indigenas y los europeos,
y ampararon á los primeros rontra la opresión de los
hombres injustos y rapaces>>. Pero sobre todos estos
hechos, y otros muchos que pudiera aducir, hay uno
que se sobrepone á todos ellos, altamente simpático y
humanitario, que demuestra patentemente lo hermosa
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