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y
se ejercía una celosísima vigilancia para que cada
uno trabajase en lo que le había correspondido?
En el régimen
comunista ~
tal como estaba implan.
tado por los Incas, la libre elección, el espíritu indivi–
dual
y
la conciencia moral, del libre cumplimiento del
deber, estaban 6 sofocados ó enteramente muertos. Y
como dice Prescott, hablando precisamente de este
punto: donde no hay libre albedrío no puede haber
moralidad. Donde no hay tentación no hay tampoco
derecho para llamarse virtuoso. Donde la ley dispone
rigurosamente la rutina, á la ley no al hombre perte–
nece el mérito de la conducta.
La acción avasalladora de aquel gobierno teocrá–
tico privó
á
la sociedad de los eternos principios de la
verdadera y salvadora moral, inculcando en las con–
ciencias, no un conocimiento claro y distinto del de–
ber, sino un pavoroso terror á los crueles castigos que
se imponían
á
los transgresores de las ordenanzas del
Inca. Contribuyó también poderosamente al envileci–
miento del indio y á la pérdida de todo carácter mo–
ral, el culto idolátrico y fastuoso del sol, que mas bien
que una práctica religiosa era un espectáculo festivo y
sensualista, y la educación, que en las clases privile–
giadas arraigaba la creencia de que á ellos todo les era
permitido, aún los mayores excesos, mientras que á la
clase humilde se la condenaba á perpetua suj eci()n,
tutela y minoría de edad, como seres incapaces de di–
rección é iniciativas propias.
Los incas, como dice Lorente, arraigaron el espí–
ritu de
rutina~
que suele mostrarse
refract~rio
lo mis–
mo
á
la persuasión que
á
la violencia, á la educación
que á la política; la sumisión llegó
á
ser el rasgo más
característico de la índole del indio, que vivió y mu–
rió, no tanto por sus propias determinaciones, cuanto
obedeciendo
á
la voluntad de sus tutores; faltáron)e la
audacia
y
la iniciativa, entretanto que sucumbió con
sublime abnegación en el puesto que le señalaba la
obediencia,
y
realizó grandes cosas_ iniciadas por los