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mes que los que cometieron los españoles, causa de la
mayor parte de ellos fueron las ideas reinantes
á
la sa–
zón, la rudeza
y
escasez de ilustración de muchos con–
quistadores, la distancia inmensa de la Península adon–
de llegan tarde, mal
ó
nunca las reclamaciones, quejas
ó
consultas y otra infinidad de factores que me sería
muy largo enun1erar. Pero no puede culparse á la Igle–
sia ni á sus ministros, salvo rarísimas excepciones, de
semejantes atropellos.
Cuando la fama y
la gloria de las conquistas se
derramó por toda la Península, y un entusiasmo bé–
lico vibraba en todos los corazones y era España,
por la posesión de tan dilatados continentes la rei–
na envidiada de todas las naciones; dej óse oir la voz
enérgica, viril
é
independiente de los famosos teó-
.
logos de Salamanca, dirigiendo rudisimos ataques, no
sólo
á
las demasias de los conquistadores,
sÍ'ItO
al dere–
cho misrno
d~
adquisición y
de
conquista.
Con motivo de las informaciones del padre Las
Casas
y
del padre Juan de Oseguera, respecto de los
abusos de los conquistadores en las tierras de In–
dias, el ilustre Maestro Fray Francisco de Vitoria es–
cribió tres conferencias famosas ó Relecciones; dos
de <<lndiis>>, y otra de <<Bello>> ó de <<Jure belli>> rela–
cionada con las dos primeras y como su complemen–
to filosófico y jurídico; contra la primera de las cua–
les 6 contra todas ellas, escribió Carlos V una car–
ta al Prior de San Esteban de Salamanca, en la que
le dice qüe los maestros no traten de esas cuestio–
nes sin avisarle primero de ello, por ser escandaloso
y
poder traer graves inconvenientes al servicio de Dios
y la sunlisión á la sede apostólica, y á su real corona;
encargando también al Prior que tome á esos maes–
tros declaración jurada de los tiempos y
lugares en
que han tratado de esas cosas, y si de ello han dado
copia
á
otras personas, se recojan todas y se envíen
á
Su Magestad para proveer acerca de ello lo que más
conviene al servicio de Dios y .suyo, debiendo también