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cap, de
J
udeis, 45 ); sin embargo, verán que pueden
errar. siendo hombres.
<<Respondiendo sin ambajes á lo propuesto, esta–
blecemos la conclusión siguiente:
«.Aquellos infieles no deben ser bautizados antes qua
estén suficientemente instruidus, no s6lo en la
fé,
sino
ta1nbién en las costumbres cristianas, d lo menos
ett
lo
necesario para la salvaci6n; no se les bautice antes que
se teng.J. por verosímil que entienden lo que reciben
y
profesan en el bavtismo
y
que quieren vivir
y
ptrseverar
en la religión cristiana.......•
Firmado-Dr, Fr. Alonso de Córdoba, agustino,
decano de lafacultad; Dr. Fr. Francisco de Vitoria;
Mtro. Juan de San Millán, Fr. Domingo Soto; Fr. An–
drés Vega; Mtro. Francisco Sancho; Mtro. G. Gallo;
Mtro. Juan Gil de Nava.
¿Dónde están, pues, las tan cacareadas tendencias
dominadoras de la Iglesia, el afán del misionero por
exterminar al indio como hijo de Satanás,
y
otros ab–
surdas patrañas que desvergonzadamente se divulgan,
haciendo aparecer á los hijos de las órdenes religiosas
como verdaderos instigadores de enconos
y
de odios
en el ánimo de los conquistadores para que de una vez
destruyan la raza indígena? Así se escribe la historia.
Profundamente contrista y apena el ánimo ver en
libros, que por otra parte aparecen como fruto de pa–
ciente labor, maduro juicio y honda investigación,
impresas atrocidades tan enormes. Ante tamaños ab–
surdos y falsedades es preciso levantar la voz y exigir
en nombre de la verdad histórica, y en nombre tam–
bién dé la vida inmaculada de preclaros y venerables
varones, pruebas contundentes de lo que se afirma.
Nunca, nunca la religión del Crucificado, fuente de
amor
y
de caridad se convirtió en destructora sanguina–
ria de pueblos y de razas. Si excesos hubo en la conquis–
ta de América, con1o los ha habido en todas las conquis–
tas que registra la historia,y aún infinitamente másenor.