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Y no sólo Teología católica; hasta la Teología he–

terodoxa tuvo famosos cultivadores en España por

aquella época; basta nombrar á Valdés

y

á Miguel Ser–

vet, á Juan Díaz

y

al doctor Constantino, á Cipriano

de Valera y á Juan Pérez, á Tej eda y Molinos, verda–

deros sembradores de cizañas, como dice Menéndez Pe–

layo.

Y como para ser un profundo y acabado teólogo

se necesita un conocimiento claro y concienzudo de

las disciplinas filosóficas, jurídicas

y

filologicas, todos

los que arriba hemos nombrado como excelsos represen–

tantes de la Teología, pueden, con fundadísima razon

considerarse,como verdaderos enciclopedistas versados

en todos los ramos del humano saber.

¿Donde está, pues, la decadencia de la Teología,

al esparcir sus luces por el mundo eurepeo el Renaci–

n1iento de las letras c]ásicas?

Pero aun hemos de desvanecer otro gravísimo

error que sin escrupulosidad alguna se propala

y

es–

tampa en obras que aparentemente llevan el sello de

la sesudez é imparcial crítica.

Afirman algunos con sobrada ligereza que los teó–

logos españoles de tal manera influyeron en el ánimo

de Carlos V,

y

en el de algunos conquistadores, que

con el fin de introducir la religion católica en las In–

dias, patrocinaban y defendían todo género de atrope–

llos en las personas de los desgraciados indígenas.

Afirmacion 'verdaderamente injuriosa por no calificar–

la con otra frase más dura

y

apropiada para el caso,

y,

sobre todo, completamente falsa.

¿Quién, sino los

teólogos de Salamanca se opusieron abiertamente

á las demasías de algunos avariciosos aventureros?

¿Quién,sino el misionero, fué el verdadero defensor del

indio y su paternal protector? Como no me duelen

prendas para demostrar lo que afirmo, ahí van las

pruebas.

.

Queriendo algunos conquistadores sujetar más

fácilmente á los indios, aconsejaban

y

aún obligaban

á