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él. Fuera de que, si se pone en ellas una consideracion mas
atenta, se verá, que en todas figura muy visible el ministerio per–
sonal del sacerdote, sea que se consideren referentes á la persona
del Salvador, sea que se juzguen una imágen profetica de la insti–
tucion del sacra_mento de la Penitencia en su complemento.
En efecto, en la parábola de la oveja descarriada, en que, segun
explica el mismo Jesucristo, se describe
a un pecador que hace pe–
nitencia,
la persona del Pastor es la que recibe la
ov~ja
perdida, la
carga en sus hombros y la introduce al redil de los justos, llenando
de gozo esta conversion y justificacion, hecha
1Jor el ministerio
~Jas
toral,
á
los ángeles del cielo (
1).
Sin el ministerio del Pastor pues,
que llamára con la predicacion á la oveja de Cristo, la recibiera
con benignidad, cuando descargára sobre sus hombros el peso ele las
culpas,
y
la introdujéra por la absolucion á la participacion de los
divinos misterios con los justos, la pobre ovejuela extraviada que–
daba excluida de la gloria y perecía eternamente. Y ¿quién es el
que recibe con misericordia al hijo pródigo penitente? ¿ Quién 1e
da el abrazo
y
el ósculo de paz? ¿ Quién le impone el anillo, signo
de alianza espiritual, cubre su desnudez y adorna su persona con el
vestido de la gracia para que pueda sentarse con decencia en el
banquete preparado? Tambien aquí le ha faltado la luz al Dr. De
Sanctis para poder ver en el Evangelio
al Padre
á
cuyos pies se
postra el hijo prodigo contrito y humillado para atoanzar el perdon
de sus pecados (2).
Replicará nuestro adversario :
«
Pero en todos esos hechos
y
»
parábolas no se vé, ni se habla de
la confesion auricular :
y
no
»
hallándose un hecho en el que haya exigido Jesucristo la confe–
»
sion de los pecados para dar el per'don, concluimos tambie'n -
»
que la confesion no es una condicion necesaria para obtenerlo. El
»
publicano humillado e·n el fondo del templo,
y
no ante un sacer-
(i)
Luc., c. xv,
á
Vo
4, etc.- (2) Luc., c.
XV,
á
v. H, etc.