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) dote, y solo á la presencia de Dios, heria su pecho diciendo : -

»

Dios, muestrate propicio á mi, pecador,

y aquel publicano fué

»

justificado. -Con que, la fe, la humildad, el arrepentimiento

))

y

la confesion á Dios, no al hombre, son las· condiciones necesa–

»

rias para el perdon de los pecados,

y

de ningun modo la confesion

»

auricular. En la oracion, que nos ha enseñado á hacer el mismo

»

Señor Jesucristo, nos dice, que roguemos así :

Y perd6nanos

»

nuestras deudas, así como nosotros las perdonamos á nuestros

»

deudores.

Y despues de la oracion, prosigue amaestrándonos de

. »

este modo :

Si vosotros perdonareis á los hombres

SJlS

faltas,

»

vuestro Padre celestial os perdonará tambien las vuestras.

¿

Dónde

»

está aquí ]a confesion á un sacerdote (1)?

»

Esta objecion es fútil, ridícula y aun raya en impiedad, porque

supone, que el Hombre- Dios tenia necesidad de la confesion au–

ricular para conocer las concienc.ias de los pecadores

y

formar un

juicio recto de su estado

y

disposiciones, capaces de merecer la re–

mision de los pecados. Decia muy bien S. Amfiloquio obispo de

Yconia en el siglo

IV,

hablando de la eonfesion de la Magdalena:

«

No ignoraba la

pecadora~

que Jesucristo, á quién eran patentes

»

los pensamientos, no necesitaba de

palab~as.

¿Qué podia revelar

»

al que todo lo sabia? ¿Los pecados? Estos le eran manifiestos,

»

tanto cuando los cometía, como despues que los tenia encerrados

l>

en el seno de su alma. Emple·ó pues la confesion de las lágrimas;

))

y de un modo rriudo, pero inefable, con cada gemido que salia

del fondo de aquel corazon contrito, acusaba la numerosa nlulti–

})

tud de sus pecados, y sucesivamente sus torpes pensamientos,

»

sus profanas acciones, y sus inicuas

palabr~s

(2). )) No era pues

necesaria la confesion de los pecados para que Jesucristo procediera

á conceder ó negar la remision de las culpas; y tanto menos, cuanto

que

e,l Hijo de Dios no estaba obligado á sujetar á condicion alguna

(1)

Ensayo,

pag. 30.

-(2)

S. Amphil., Ycon., Episc.

Orat., in Mulierem.,

Patr.

grrec,

t.

XXII, col. 34,.