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HOMBRES (
1).
Pero ~
no adelantemos el discurso : nuestro objeto
equí es probar, que en vida de Jesucristo, no se concedía el per–
don de los pecados, á aquellos, que oian su Evangelio, por la con–
fesion secreta á Dios, sino por el ministerio personal del sacerdocio,
principalmente de Cristo, aunque tambien los Apostoles adminis·
traban el bautismo ya antes de la Pasion del Señor (1).
, En efecto, aun .en los casos en que una contricion en sumo grado
perfecto pudiera impetrar el perdon de las mas graves culpas, ma–
nifestadas interiormente á Dios que sondea el abismo del corazon
humano, no se daba por absuelto el delincuente, si no se presentaba
ante la persona del Juez de vivos
y
muertos, para que ratificára
ó
declarára en la tierra lo que el Pa·dre hubiese obrado en el cielo.
¿Quién mas contrita
y
arrepentida, que María Magdelena
la peca–
dora?
Traspasado su corazon por el dardo del amor, pesarosa por
las ofensas hechas al único Bien digno de ser amado, abandona la
iniquidad, rompe sus lazos
y
corre presurosa, á traves de todos los
miramientos de su sexo
y
los respetos humanos,
y
se arroja á los
pies del Salvador, que se hallaba sentado en la mesa en casa de
Simon. El llanto que la ahoga, no le permite articular dos palabras:
el lenguaje mas expresivo de sus sentimientos son las amargas la–
grimas
y
los osculos respetuosos
á
los .pies de Jesus. Escandalizado
el Fariseo que le babia
convid~do
de esta tolerancia, decia en su
corazon murmurando de Jesus :
«
Si este fuera Profeta, sabria bien
»
quien,
y
cual es la muger que le toca; pues es la pecadora.
»
Je–
sucristo contestó
á
los pensamientos de Simon, poniéndole de mani-
fiesto el contraste de la frialdad de su conducta con el fervor de la
penitente,
y
añadió :
«
Por esto te digo : que
á
esta le son perdo–
)}
nados muchos pecados, porque amó mucho. Mas al que menos
»
se le perdona, es porque menos ama. Ydijo
á
la muger : PERno–
»
NADOS TE SON TUS PECADOS.
Y los convidados
á
la
mesa~
comen-
(l)
Joan., c.
IV,
v.
2.