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el perdon que él mismo concedía. Aun despues que húbo instituido

.

el santo sacramento de la Penitencia? delegando á sus sacerdotes ese

admirable poder

y

ministerio de perdonar los pecados,

la confesion

auricular

no es

siempre

una condicion absolutamente necesaria para

obtener la remision de las culpas. Los mudos

y

los moribundos pri–

vados de los sentidos, pero contritos

y

humillados, reciben la abso·

lucion sacerdotal,

y

con ella el perdon de los pecados sin que pre–

ceda la confesion auricular. Los herejes que todo lo confunden,

hacen consistir todo el sacramento de la Penitencia en la sola

confe–

sion auricular.

¡

Qué buena fe!

Pero negamos, que

«

no se halle un hecho en que haya exigido

Jesucristo la confesion de los pecados para dar el perdon.

»

La

confesion al sacerdote estaba mandada en la ley de Moises, como

vimos; y Jesucristo babia dicho que

no venía

á

abrogar esa ley; si–

no

á

perfeccionarla

(t).

Los Hebreos pues al presentarse ante Jesu–

cristo, á quien reconocían como verdadero Profeta, Sacerdote

y

Mesías, cumplirían, como acostumbraban, con este precepto. Los

Evangelistas, aun en su sorprendente laconismo, dan. suficientes

ndicaciones de este hecho. Así eri Ja parábola del Hijo pródigo, en

que Jesucristo nos da un modelo de un penitente evangelico, nos

apunta la confesion preceptuada, que debia hacer para poder mere·

cer el perdon.

«

Saldré de este miserable estado,

é

ire a los pies de

mi Padre;

Y LE

DIRÉ : PADRE, HE PECADO... (2).

»

La conducta de

Jesucristo con la mujer Samaritana,

y

el interrogatorio que medió

entre ellos sobre el estado de su conciencia, fué una verdadera con–

fesion, que precedió su justificacion,

y

por esto decía la penitente

de Samaria á sus conciudadanos:

Un profeta, Salvador del mundo,

ME HADESCUBIERTO TODAS LAS ACCIONES DE MIMAbA VIDA (3). Prescin–

diendo de otras indicaciones, fuera de las que no están escritas, pues

el mundo entero no podría contener los libros, que escribirse pu-

(i) Matth., c. v, v. :17. -

(2)

Luc., c. xv, v. i8. -

(3) Joan. , c.

IV,

v.

29.