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CAPITULO VI

Continuacion del sacerdocio de Jesucristo en órden

á

la remision de los pecados

por la institucion del sacramento de la Penitencia.

En los tres años de la vida pública de Jesucristo la remision de

los pecados, como acahamos de ver, estaba reservada á su minis–

terio personal. El era el piadoso Samaritano destinado á sanar las

profundas llagas de la humanidad. Constituido mediador entre Dius

y

los hombres

y

pontífice soberano de los bienes futuros., su tierno

corazon saLia compadecerse de los que pecáran por ignorancia

y

error;

y

el género humano hallaba en él la luz de la verdad, el

camino de la felicidad, la resurreccion

y

la vida.

Pero, este astro benefico debia tener su ocaso; el Salvador del

mundo debía consumar su sacrificio de expiacíon

y

reconciliacion;

sus humillaciones exigían un ensalzamiento., su divina ·persona el

trono que le correspondía;

y

su obra magnífica no podia quedar

imperfecta é ínconclusa en la tierra. Había fundado su Iglesia á

guisa de una sociedad perfecta, que llamára

Reino ele Dios,

dotado

de una soberanía espiritual que confiara á un cuerpo organizado

de pastores, destinados á satisfacer las necesidades de los fieles

y

mantener el órden en la sociedad religiosa ;

y

esta sociedad, este

reino de Dios, que extiende su imperio hasta dentro del vasto

mundo de las conciencias.-

Regnum Dei in_tra vos est

(

1)., no po-

(i)

Luc., c. xvn, v. 2i