-77-
fesion sacramental ha destruido para sí al cristianismo; ha secado
la fuente cristalina que fertilizaba la Iglesia
y
fecundaba la socie–
dad.,
y
al hombre le ha
d~jado
como
á
un naufrago en medio de un
mar embravecido., cuyas impetuosas y encrespadas olas lo arreba·–
tan
y
lo abisman, sin hallar ni una tabla de que asirse., ni un puerto
en que salvarse. Despues que el protestantismo le ha quitado al
cristiano los consuelos de la Religion en la vida., lo deja perecer en
la hora de la muerte en la .mas amarga desesperacion;
y
no tie?e
otro recurso para consolarle
y
salvarle, que remitirle
á
la confesion
sacramental de los católicos., que para esta última hora., como diji–
mos., admiten las iglesias anglicana
y
luterana; dando con esto la
última prueba_, que esas confesiones que ellos úsan en·
el servicio di–
vi1w.,
son una verdadera farsa,
y
un puro
r~medo
de la confesion
católica, vacío del valor y la eficacia de esta,
y
que su cristianismo–
protestante., creído .verdadero
y
santo en la vida, es nulo
y
falso
en la hora de la muerte.
Sin embargo
y
apesar de todos estos desengaños los doctores pro–
testantes, y entre ellos últimamente el Sr. De Sanctis, rajan con
fanatismo contra la institucion y el precepto divino de la confesion
al sacerdote., su condicio? de
integ1'a y circunstanciada
en el nú–
mero
y
especie de It>s pecados., la potestad sacerdotal de perdonar–
los y la satisfaccion : en una palabra, niegan todo entero el sacra–
mento de la penitencia de la Iglesia católica, para sustituir en su
lugar una de ·las confesiones., que acabamos de analizar. Nos in–
cumbe entrar en liza con nuestros adversarios·,
y
vindicar el dogma
católico de sus calumnias y sofismas. Pero.,
á
fin
de
no n1ultiplicar
cavítulos., al paso que probaremos la institucion divina del sacra–
mento, demostraremos
á
la vez cada .una de esos puntos atacados,
como ;;ucesivamente lo haremos notar.