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berle ofendido,

y

alentada por la fe, la· esperanza

y

la caridad, seria

para el católico una excelente disposicion para alcanzar el perdon,

mediante el santo sacramento de la Penitencia;

y

en la imposibili–

dad de poderse recibir, ella sola seria suficiente para justificarle,

mientras esa contricion, que la anima, fuese

perfecta~

y

sumo el

amor á Dios,

y

tuviese el penitente un verdadero propósito de en–

mendarse

y

de presentarse ante el sacerdote cuando lo alcanzáre,

para confesarse

y

ser juzgado. Pero esa confesion secreta

á

solo Dios

para el protestante

ú

otro heregc

e~

de ningun valor. El protestante

no tiene la verdadera fe,

sin la cual es imposible agradar

á

Dios

(

1) ;·

/

carece de. la sólida esperanza, porque presume jestificarse

y

sal-

varse sin las buenas obras;

y

segun el divino oráculo,

la observancia

de los mandamientos es la puerta ele la salvacion

(2); está desti–

tuido de la perfecta caridad, que tiene por fundamento la fe?

y

el

amnr

á

Dios se manifesta por el

cumplin~riento

de los divinos precep–

tos

(.3); desecha el sacramento de la confesion, que es una condí–

cion preceptuada por el Salvador del mundo, sin la cual no se

puede obtener la remision de los pecados (4); no puede tener

per–

fecta contricion,

que estriba

y

recibe la vida de esas virtudes

(i));

y

por consiguiente para el protestante

y

cualq

ra otro herege ]a

confesion secreta

á

solo Dioses deningun valor;

y

para el católico no

es suficiente para justificarle, sin el sacramento de la penitencia,

porque Dios no ha querido hacer al hombre

juez de su propia

causa,

sabedor de que su amor propio le cegaria

y

sus pasiones le

lisongearian

y

extraviarian. Ha preferido para su felecidad

y

el

bien socia

1,

darle otro hombre, revestido de un carácter superior,

que haciendo las veces del mismo Dios le ilustre como doctor, le

juzgue como juez, lo cure como médico,

y

lo consuele como

padre.

Queda pues

evi~enciado

que el protestantismo aboliendo la con-

(i)

Hebr., c.

XI,

v. 6. -

(2) Matth., c.

XIX,

v. !7. -

(3)

Joan., c. xv, v.

iO. -

(4)

Joan., c. xx. v. 23. -

(o)

Luc, c. vu, v.

47;

i

Cor. c. xm; Galat. c. v, v. 6.