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moralizar
y
salvar la humanidad.
¡,
Puede excogitarse obra mas
filosófica
y
mas humanitaria?
.
Sin embargo, es preciso deslindar las idea$. Nosotros no confun–
dimos, como nuestros adversarios') la figura con· el figurado, la
sombra con la realidad
y
el valor de aquella confesion con la im–
portancia de esta. La confesion de los paganos, acompañada de sa–
crificios idolátricos y de satisfacciones superticíosas, era vana y de
ningun valor ; por que faltaba á aquella penitencia, como á todo
otro sacramento del paganismo') la fé en el verdadero Dios
y
en el
futuro Redentor,
que quita los pecados del mundo,
y
pÓr consi–
guiente ca recia tambien del arrepentimiento verdadero,' sobrenatu–
ral y meritorio. Era nada mas que una tradicion degenerada, una
práctica adulterada, un ramo sacado del árbol de vida, que germi:..
nára
y
fructíficára en las corrientes, y que trasplantado en los mon–
tes de Gelboe, en que ni una gotita de agua ni rocio celestial cae
para fecundarlos, sufre los efectos del anatema divino,
y
seco y árido
no tiene otra aptitud, que para las llamas (
i).
Pero la confesion ·
entre los gentiles, que adoraban al verdadero Dios,
y
profesaban de
algun modo la creencia en el Salvador venturo') podia santificar á
• los penitentes, que como Job (dolens, gemens), se confesasen ar–
repentidos: -:-
«
He hablado como un necio : por esto hago peni–
«
tencia en la pavesa
y
la ceniza (2).
»
La confesion, como los demas sacramentos del pueblo hebreo,
en el cual se conservaba el conocimiento
y
el culto al Dios verda·
dero
y
se alimentaba la fé en el Mesias prometido, tampoco tenia de
suyo la virtud justificativa, no producía la gracia santificante
ex
opere operato,
sino como dicen los Santos Padres
y
los teólogos
ex
opere operarais,
esto es, en virtud de la fé en el Cristo venturo
y
en sus méritos, por cuyo
signo sensible
juntamente con el sacrificio·
por el peeado
y
la oracion del Sacerdote se
excitaba
y
protestaba,
y
(i )
Ps. 1; 2 Reg.,
c.,
1;
Joan., c. xv. -
(2) Job, cap.
XLII ,
v. 6.
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