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ha sido un instinto, una inclinacion, una creencia eterna
y
univer–
sal entre los hombres.; ha sido una opinion comun en todos los
tiempos, en todos los paises,
y
en todas las religiones.
y
por lo tanto
los pocos protestantes que, al
proc~amarla
santificada el catolicismo,
la reputaron por una
novedad,
Qarecieron del
sentido comun;
y
al
Hamarla posteriormente De Sanctis un
fantasma extravagante
ha
echado un negro borron á su
reputacion literaria,
rebajándose
infra
el nivel de los paganos, que la conocieron
y
la practicaron, si bien
de un modo algo adulterado, del que,
<<
Moises la describe en el
«
cap. V del Levítico, en el cap. V de los Números,
y
en los de–
«
mas lugares del Pentateuco,
»
cual figura
y
vaticinio de la con–
«
fesion auricular
y
sacramental de la Iglesia católica.
¿
Habrá tal vez el catolicismo tomado la confesion de las·supers–
ticiones del paganismo? Algunos otros protestantes con ridícula
fantasmagoría han querido dar cuerpo á esta ilusion, que la historia
y,
lo que asombra, la misma sagrada Biblia en que se creen tao
versados los protestantes, desvanece. 'La confesion ha nacido con
su epist. l
á
la Iglesia de Corinto, documento irrefragable de la antigüedad, hacia
memoria
de los mundos que existen mas alla del Oceano;
lo que indica, que los
discípulos de los Apostoles tenían conocimiento de la existencia de la America,
y
de otras naciones que sucesivamente se han ido descubriendo
y
civilizando.
.«
Oceanus hominibus impermeabilis, et qui post ipsum sunt mundi, eisdem Domini
»
dispositionibus gubernantur.
»
(Epist. l, Clem. ad Cor., c.
xx).
Lo mismo
ase~
guran S. Ireneo que oyó
á
los discípulos de S. Juan evangelista (lib. II, c.
XLVII);
Tertuliano
y
Orígenes, que se refiere
á
esas palabras de S. Clemente. Este
conocí~
miento debía recordarles el precepto del señor Jesus :
E·untes in mundU?n 'l.miveru
sum prmdicate Evangeliwn o1nni creatura;
(Marc., c.
XVI,
v. io); y es probable que
en razon de su celo no tardarían en cumplirlo. No necesitaban de buques para
navegar
á
esta- naciones hasta entonces impenetrables, pues vemos que el Angel
del Señor, toma
á
Felipe discípulo de Jesucristo, que acababa de bautizar al
Eu~
nuco de la Reyna de Etiopa en el camino de Jerusalen,
y
con la rapidez de} re–
lampago se lo lleva de un vuelo
á
Azot, como nos refiere S. Lucas (Act., c.
vm).
Efectivamente los conquistadores españoles hallaron en nuestra Amel'ica varías
reliquias de la semilla evaugelica, entre otras
una hermosa Cruz de piedm
en el
Cuzco,
á
la cual se le profesaba veneracion
(Cronic. se1·a{. .del Perú;
é
Ilist. antig.,
por Lorente) ; los vestigios de Santo Tomas Apostol en el Brasil, de que habla el
P. Nobrega jesuita,
y
del mismo Apostol en la China, que ·observó el P. Nicolas
Trigancio en su
Expedit. sinens.)
lib. I
in fin .