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nimes
y
corrompidos, es
á
la vez
y
sin díspuLa el medio mas
propio
y
eficaz para enfrenar sus desbordes
y
extravíos
y
refor–
mar las costumlJres; es en fin
la rnoraliz,adora
y
salvadora clel
mundo.·
En efecto, todos convienen en que la n1ora1idad del alma hu–
mana, lo mismo que la salud del cuerpo, consiste en librarse de
Jos vicios, en estudiarlos, conocerlos, aerepentirse de ellos, reparar
sus efectos
y
evitar las recaídas. Este trabajo enmienda que todo
hombre se debe
á
sí mismo
y
á
Dios que lo llama
á
él, supone el
f'stuclio de sí propio,
el examen de la conciencia,
la confesion mental.
Pero nosotros nos atrevemos
á
decir que todo esto es envano sin
la confesion oral.
-
A diferencia do los males del cuerpo, (el que
está hablando es un filosofo pagano), sentimos tanto menos las
enfermadades del alma cuanto mas graves son ... Un sueño profundo
impide hásta los ensueños,
y
pesa de tal n1odo sobre el alma, que
le priva de todo uso de su inteligencia. ¿Porque ocultamos nues–
tros vicios? Porque nos hallan1os abismados en ellos ;
confesar sus
vicios
es señal de curacion. Despertemos pues, para acusarnos de
nuestros errores
(1).
«
Los vicios del alma tienen en afecto la propiedad, no solo de
hacerla culpable, sino de dejarla en seguida rnenos sensible
á
la idea
del mal, de embotar el sentido moral. Sin duda que en el mo–
mento de faltar, se subleva la conciencia
y
da un grito; pero en
seguida vuelve
á
decaer
á
causa de su propia debilidad,
y
ya no con–
serva la misma delicadeza. El pecado se aposenta en ella como un
huesped infame ; la adormece, la sitia, abre en ella surcos profun–
dos en los cuales se mantiene escondido,
y
desde donde exhala un
vapor soporífero
y
deletereo al cual el alma poco
á
poco se va aban–
donando hasta que llega
a
no apercebirse
ya
de su
estad~.
Cae el
alma, eomo dice Séneca, en un sueño profundo que impide hasta
(1)
ce
Vitía sua confilerL sanctitatis indicium est. Expergiscamus ergo, ut errores
) nostro coarguere possimus . Senec.,
Epist.
ñ3.