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310-

nimes

y

corrompidos, es

á

la vez

y

sin díspuLa el medio mas

propio

y

eficaz para enfrenar sus desbordes

y

extravíos

y

refor–

mar las costumlJres; es en fin

la rnoraliz,adora

y

salvadora clel

mundo.·

En efecto, todos convienen en que la n1ora1idad del alma hu–

mana, lo mismo que la salud del cuerpo, consiste en librarse de

Jos vicios, en estudiarlos, conocerlos, aerepentirse de ellos, reparar

sus efectos

y

evitar las recaídas. Este trabajo enmienda que todo

hombre se debe

á

sí mismo

y

á

Dios que lo llama

á

él, supone el

f'stuclio de sí propio,

el examen de la conciencia,

la confesion mental.

Pero nosotros nos atrevemos

á

decir que todo esto es envano sin

la confesion oral.

-

A diferencia do los males del cuerpo, (el que

está hablando es un filosofo pagano), sentimos tanto menos las

enfermadades del alma cuanto mas graves son ... Un sueño profundo

impide hásta los ensueños,

y

pesa de tal n1odo sobre el alma, que

le priva de todo uso de su inteligencia. ¿Porque ocultamos nues–

tros vicios? Porque nos hallan1os abismados en ellos ;

confesar sus

vicios

es señal de curacion. Despertemos pues, para acusarnos de

nuestros errores

(1).

«

Los vicios del alma tienen en afecto la propiedad, no solo de

hacerla culpable, sino de dejarla en seguida rnenos sensible

á

la idea

del mal, de embotar el sentido moral. Sin duda que en el mo–

mento de faltar, se subleva la conciencia

y

da un grito; pero en

seguida vuelve

á

decaer

á

causa de su propia debilidad,

y

ya no con–

serva la misma delicadeza. El pecado se aposenta en ella como un

huesped infame ; la adormece, la sitia, abre en ella surcos profun–

dos en los cuales se mantiene escondido,

y

desde donde exhala un

vapor soporífero

y

deletereo al cual el alma poco

á

poco se va aban–

donando hasta que llega

a

no apercebirse

ya

de su

estad~.

Cae el

alma, eomo dice Séneca, en un sueño profundo que impide hasta

(1)

ce

Vitía sua confilerL sanctitatis indicium est. Expergiscamus ergo, ut errores

) nostro coarguere possimus . Senec.,

Epist.

ñ3.