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mensidad del amor que nos profesó el
~eden
r al cargar sobre
sus hombros todo el peso exorbitante de los dolores, que tubo que
sostener para satislacer cumplidamente por ellas. Ha querido crear
con esto una n1edicina preservativa de nuestras dolencías
y
poner
un freno
á
la impeLuosidad de nuestras pasiones
y
alejarnos de las
ocasiones del pecado, por cuya causa nos afligimos
y
maceramos.
Há querido corregir en nosotros nuestros malos habitas
y
desar–
raigar hásta las reliquias
y
las raices del pecado, la tibieza, la lan–
guidez espiritual,
el
tedio
á
la virtud, el apego desarreglado á los
bienes terrenos,
y
las malas inclinaciones de nuestras pasiones. Ha
querido en fin, que con el ejercicio de la mortificacion
y
las demas
virtudes
y
obras meritorias acrecenten1os el caudal·de nuestros me–
recimientos, nos hagamos un modelo de Jesucristo paciente
y
ado–
lorido por nosotros desde el pesebre hásta la cruz,
y
nos labremos
la corona, que nos ha de hacer comparticipes de su gloria (
1).
Nada
hay 1nas conforme ni mas armonioso con la razon, que esta salu–
dable institucion.
(1)
Conc. Tl'id.,
sess.
H;
cap.
Yllf.