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que ha adquirido
:
exponerse otra vez
á
recaer en la esclavitud de
sus adversarios, seria despreciar el beneficio de la rehabilitacion
espiritual, que ha conseguido con la absolucion sacramental,
y
re~
cargarse con todo el peso de la divina justicia, que detesta sobe..
ranamente
á
los ingratos. Su conducta pues será prudente, circuns–
pecta, retirada de los peligros del mundo : la práctica de todas
las virtudes cristianas,
y
una consagracion constante al desempeño
de sus deberes domésticos
y
sociales serán los objetos exclusivos
de
sus ocupaciones.
Con razon exclamaba lleno de admiracion por los ventajosos
efectos de la confesion,
Marmontel~
uno de los filósofos, nada sos...
pechosos en la materia, del siglo último :
«
¡Qué preservati-ro tan
eficaz para las costumbres de la dolencia, la obligacíon de con–
fesarse todos los meses l...
»
A cuyo voto puede agregarse el de un
escritor,
lt
quien la desgracia le volvió al sendero de la virtud :
e<
Sí~
escribia Silvio Pellico, cuantas veces oia en mi prision las
tiernas reprensiones
y
los nobles consejos de mi confesor, amaba
Dpasionadamente la virtud, no aborrecía á nadie, hubiera dado mi
vida por el menor de mis semejantes,
y
bendecía
á
Dios por ha–
berme heeho hombre.
Ay! ...
¡ desgraciado del que desconozca la
sublimidad de la confe6ion
1•••
Desgraciado del que por aparecer
superior al vulgo, se cree obligado á mirarla con desprecio
l. ..
Puede saberse lo que es necesario para ser virtuoso, pero es indu–
dable que conviene oirlo repetir con frecuencia : No bastan para
eslo nuestras propias reflexiones
y
buena lectura, la voz viva de un
hombre es mas poderosa que la lectúra
y
las reflexiones. El alma se
enternece mas,
y
las impresiones que recibe son mucho mas pro·
fundas. En el hermano que habla, hay una vida
y
una oportuni–
dad, que en vano se buscaría muehas veces en los libros
y
en los
pensamientos propios (1) .. ))
( i)
Mis prisiones.