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3'17-

Espíritu Santo. Sí,

id

en pa.:; ,

le dice por despedii!l el sacerdote;

ya

cstais rehabilitado,

r~generaclo,

sois un hombre nuevo; estais en paz

con Dios, con los Angeles, con los hombres, y con vos mismo : y

con esto

á

la tormenta de la conciencia le sucede la calma,

á

la

agitacion el reposo,

á

la turbacion la tranquilidad, el consuelo al

remordimiento, el orden al desorden,

y

la felicidad

á

la desgracia.

El penitente se retira: se habia arrodillado esclavo del demonio,

y

se levanta hijo de Dios;

y

llevado de un trasporte de jubilo

y

gratitud da un tierno a.brazo

á

su

Padre espíri-tual,

y

besa aquella

mano benéfica que le ha traido un bien tan inesLimablc, baüándola

con las lágrimas de sus ojos

y

hendiciénclola con semejantes expre–

siones:

«

Dios os bendiga, Padre mio,

y

os haga un santo: sois

»

despues de Cristo mi salvador que me acabnis de sacar del in–

))

fierno; me habeis quitado un peso que me ahogaba y no me de–

l)

jaba vivir; me parece que he resucitado : en mi vida he sentido

>>

un placer tan puro

y

tan dulce como el que experimenlo en este

»

momento : me creo el .hombre mas feliz del mundo : tenedme

»

presente en vuestras oraciones para

~uc

Dios me conceda la

»

perseverancia, que yo nunca me olvidaré ele vos: el Señor os de

]a eterna recompensa.

»

En los veinticuatro años, que cuento de

misionero apostolico en Europa

y

America

¿

cuántos rniles ele veces

he oído estas ó semefantes expresiones de los labios de mis peni–

tentes? La divina misericordia ha traído

á

mis plantas

á

filósofos,

incredu]os, masones, protestantes, militaces, jueces, magistrados?

toda clase

y

condícion de personas;

y

todas han hallado la paz de

conciencia

y

el consuelo de su alma en la confesion Sélccamental;

todos han bendecido al Dador de todo bien, que ha depositado en

su Iglesia una institucion, que verdaderamente es la moralizadora

y

salvadora del mundo. No hay sacerdote, dedicado al sagrado mi–

nisterio de oír las· confesiones, que no testifique otro tanto. El

mundo entero conoce esta verdad.

El mismo Dl'. De Sanctis

hat~ iendo

recuerdo del tiempo en que