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nado
ú
n1uerte
~
el pontificado
C:
e Gregorio XV1;
y
los cinco
presbíteros del proceso de Casale de
18o0,
fueron igualmente cas–
tigados. El n1ismo
traductor
nos avisa que estos cinco fanáticos no
eran sacerdotes ca
tolic.os,
y
que algunos ni sacerdotes eran.
«
Por
>>
.haber hecho uso de
falsos nontbres
y
carácte1:
(dice),
y
come–
»
tiendo robos
y
fraudes de todo genero entre los simples fieles de
>
aqueÚos lugares (del Piamonte), por haber propagado principios
»
contrarios al Ev'angelio de Dios, hasta hacerles creer que Gris–
»
nachi (su jefe) era el mismo Jesucristo en persona, etc.
(1).
»
Y
dehia añadir el
traducto1',
que el medio que empleaba Grisnachi
para seducir
y
prosti tu ir á las mujeres (con1o nos lo ha asegurado
un testigo ficle digno que se hallaba en aquellos lugares), no era la
confesion, sino
el1nagnetisnw.
No eran pues los sacerdotes catoli"'
cos, sino los
apostatas
y
hereges
los que profanaban la Religion
sacrosah ta
y
sus venerabies sacramentos. Yo
111e
hallaba en Roma
en ]a misma época? que el Dr. De Sanctis: en la epidemia del
Ccílera morbo
de
1837
empecé
á
ejercer el n1inisterio de oir las
confesiones en la santa cindad : por cinco años continuos prosegui
la carrera apostolica predicando misiones
y
confesando dia
y
noche
en n1uchos pueblos
y
ciudades de los Estados Pontificios ;
y
no re–
cuerdo haber hallado
un solo caso
de torpe solicítacíon en el confe–
sonario por algun sacerdote.
¿
Dónde estan pues
los centenares de
millares de victimas?
Nadie detesta mas, ni vela con mas ardoroso celo contra los
SGl–
cerdoLes profanadores del santo sacramento de la Penitencia, que
los Romanos Pontífices
y
los Obispos catolicos. Ellos jamas consien–
ten que se habilite sacerdote alguno para oir confesiones, si no
consta con datos positivos de su ciencia
y
santidad de vida. A los
primeros asomos de su corrupcion, los privan del ministerio sacer–
dotal,
y
los castigan con severiqad. La sana moral del catolicismo
(J)
Ensayo,
110ía
22,
pag.
'cl7.