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Monseñor Gerbet, en una nota á su importante obra
Sobre el
dogma de la.penitencia
(segun escribe el P. Ventura de Raulica),
ha probado de una .manera triunfante que las sillas de piedra que
se acaban de encontrar en Roma, en la iglesia de las
catacumba~
de
Santa Ignés,
lo,
no eran ni podian ser sillas destinadas á los sacer–
dotes instructores de los catecúmenos; porque los catecumenos no
eran admitidos en el interior de la iglesia,
y
eran instruidos en lu–
gar separado de ella
~o,
que no eran, ni podian ser sillas
destina~
das para el Pontífice; porque la silla del Pontifice era una sola,
colocada e,n el centro de la Iglesia., para que pudiese hablar cómoda–
mente á todos los fieles reunidos en la iglesia;
y
3°, en fin, que no
eran, ni podian ser sillas dispuestas para los diaconas
y
subdiaco–
nos que por la naturaleza de sus funciones permanecían siempre
en pie, sin sentarse jamas
(lf
permanecian en el presbiterio).
El enigma de estas sillas, que se han encontrado colocados en núme–
ro de tres en cíertos extremos de la iglesia, una en el lado de ]os
hombres,
y
dos en el de las mujeres, no se resuelve, ni se explica
sino por la practica de la confesion. Estos eran verdaderos confesio–
narios, diferentes de los nuestros por su forma material, pero aná–
logos por el lugar que ocupaban
y
por el úso que de ellos se
ha~
cia (1). Aunque este enigma de las sillas de piedra no pudiese de
por sí solo ser mas que una simple conjetura, que diera margen in–
merecidamente á la ironia sardonica de nuestro Dr. De Sanctis;
unido empero· á la relacion historica de S. Clemente., á la disciplina
de la confesion
d~scrita
por Tertuliano,
y
á la impostura que de
ella forjaron los gentiles que desvanecía 1\1inucio Felix, produce
una demostracion tan convincente á favor de la practica ele la con ..
fesion secreta al sacerdote, que solo la pertinacia heretical puede
desconocer
y
ridiculizar en su deslumbramiento.
·Bajo esta disciplina propagada por San Pedro
y
su sucesor San
• parentis sui adorare naturam.
»
Marcus Minucius Felíx,
·in Octavio,
c. 9 et 28.
Pat·rol.,
t.
III,
col. 201. et 330. - (!)P. Ventura,
Conferencias, La Confesion.