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de Dios, mediante la absolucion sacerdotal
y
la satisfaccion priva–
da que este les
imponía~
y que consistía en oraciones y abstinencia
delante de Dios:
«
Convirtámonos al
Señor~
añadía el Santo des–
»
pues de enseñar el precepto de la
confesion~
convirtámonos con
»
todas nuestras veras, acreditemos con un verdadero .dolor nues–
»
tro arrepentimiento; clamemos al Dios de las misericordias: pos–
»
tremonos humildes delante de él :
satisfagamos cumpungidos
á
»
él : desenojemos su justicia é indignacion con la abstinencia, con
»
sollozos
'y
gemidos
(
1). )) Podrá decirse,
«
que se podia muy bien
tener fe
y
temor de Dios (segun S. Cipriano), sin querer confesar
los pensamientos
pecaminosos~
»
cuando el Santo añade, que
«
Jesu–
»
cristo se avergonzara de aquel que de él se.avergonzáre_,
con no
»
querer confesarlos,
y
que ni seria cristiano, ni se salvaría si en
, vida no los confesáre (2)?
·»
Tal es la lógica
y
la sinceridad del
neo-protestante.
Entramos ya en el siglo
IV
de la era
cristiana~
en que dada la
paz á la Iglesia por el emperador Constantino, los dogmas catolicos
se enseñaban
y
practicaban con mas libertad,
y
la celestial Esposa
de Cristo fecunda en sus hijos se gloriaba de ver en torno de sí un _
claustro crecido de Doctores, que con la profundidad de sus talen–
tos
y
la santidad de su vida la
honraban~
y
propagaban sus institu–
ciones. No es posible poder reducir á un volumen todo lo que se
escribió en ese siglo en pro de la confesion sacrame11tal,
y
nosotros
traspasaríamos los limites que nos hemos impuesto, si quisieremos
epilogar siquiera los materiales, que sobre ella tenemos reunidos.
Nos circunscribiremos tan solo á indicaciones, .ó á pequeños ex–
tractos de los.largos di scursos que los Padres latinos
y
griegos pro–
nunciaban ó escribían sobre este sacramento. Ocupe la primera ca–
tedra: Lactancia, el preceptor del emperador Crispo, el Ciceron
cristiano por su elocuencia
y
pureza de estilo, que murió cerca del
(i)
En el mismo libro
De Lapsis, circa finem.-
(2)
lbid.