Previous Page  120 / 392 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 120 / 392 Next Page
Page Background

-

110

en que se dá á los contritos esa remision. ·Al hereje poco le importa

el rebajarse, mientras pueda propinar el veneno.

Innecesario hubiera sido entrar en la discusio·n sobre el verda–

dero

y

genuino sentido de unas palabras, que el mismo Evangelio

autoriza con la omnipotencia de todo un Dios, si el genio astuto del

error no se empeñara en crear nubes que ofusquen al sol de Ja

verdad. Cuando Jesucristo dijo al paralitico :

«

IIijo, te son perdo–

nados tus pecados

(

i) :

»

ninguno de los circunstantes cayó en el

absurdo de creer, que el Salvador del mundo hablase

de la preclica–

cion del Evangelio:

sino que entendiendo bien este lenguaje, pero

escandalizados de que uno, que para su afectacion no era mas que

puro hombre, pudiese tener tal potestad, le replicaron :

¿

Y quien

zntede perdonarpecados sino solo Dios?

Pero Jesucristo, lejos de

apartarlos de esta inteligencia, los confirmó en ella, contestándoles:

«

Pues para que sepais que el Hijo del hombre tiene potestad sobre

»

la ti erra de

perdonar pecados;

levanta te,

ó

paralitico, toma tu

»

lecho,

y

vete

á

Lu casa. Y levantase,

y

fuese

á

su casa (2).

»

El

milagro puso el sello al verdadero sentido de sus palabras.

«

Y

'>

cuando esto vieron las gentes (añade el Evangelista), se llenaron

»

de temor

y.

alabaron

a

Dios, que

di6 tal potestad

á

los hombres.

>'

La misma declaracion explicita hizo el Redentor

á

la Magdalena

y

á

todos los convidados de la casa de Simon fariseo, cuando dijo con

repeticion :

«

Mujer, te son perdonados tus pecados

(3) :

»

sin que

nadie de los oyentes sospechara siquiera, que el Señor hablase

ele

la

predicacion del Evangelio.

Jesucristo jamas fué un impostor;

y

si

no pudo engañar

á

los Judíos, cuando se trataba de

perdonar los pe–

cados,

mucho menos pudiera burlarse de sus queridos Apostoles,

al decirles, que les concedía

la potestad de perdonar los pecados,

y

retenerlos.

La tradicion de los Padres y la Iglesia entera desde el tiempo

(i)

Matth., c.

IX,

v. 4.- (2) lbid., v. 6. -

(3)

Luc., c. vn, v. 42, etc.