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puede apropiarse esta
_dignidad~
si no es llamado de Dios como
Aaron (
1)?
Por qué este Apostolllama á los ancianos de la Iglesia
de Efeso,
y
les dice :
«
Velad sobre vosotros
y
sobre toda la grei,
en
la cual
EL ESPiRtTU SANTO 0 3
HA
INSTITUIDO OBISPOS
para apacentar la
Iglesia de
Dios~
que ha ganado El con su sangre (2)? ¿Por qué...
Pero, ¿á donde vamos á parar? San Pablo le impondrá silencio de
una vez
á
nuestro
neo~protestante,
dicíendo :
«
A unos ha insti–
, tuido Jesucristo, aposto]es., á otros profetas, á otros evangelistas,
»
á otros pastores
y
doctores, á fin de que trab?jen en la
perfeccion
»
de los santos
en la obra de su
ministerio
para edificar el cuerpo de
»
Cristo~
la Iglesia ... ¿Por ventura son todos Apostoles? ótodos son
»
Profetas?
ó
todos Doctores (3)?
»
El escandalo mas grande que ha dado el protestantismo,
y
que
aquí hace revivir el doctor De Sanctis despues de tantas aberracio–
nes, es la adulteracion del texto del Evangelio, en que está conte–
nida Ia institucion del sacra1nento de la Penitencia. ¿Por qué arte
y
diccionario podrá explicarse que las palabras
-perdonar los peca–
dos
sign'ifiquen
Predicar el Evangelio?
En buen idioma, ¿hubiera
hablado como hombre de buen sentido Jesucristo, sí para dar á sus
Apostoles la potestad de predicar su doctrina les hubiese dicho -
«
Recibid el Espíritu Santo: perdonados serán los pecados á aque–
»
llos á los cuales vosotros se los retuviereis?
»
No insultemos la
infinita sabiduría del Hombre-Dios con semejantes barbarismos. En
las diferentes ocasiones en que su divina Majestad quiso confiar á
sus discípulos escogidos el ministerio de la palabra, les habló termi–
nantemente
y
sin embozo :
a
Yd
y
predicad, diciendo, que se acer–
l)
có el reino de los cielos.
-Y
d por todo el mundo,
y
predicad el
»
Evangelio á toda criatura. - Yd pues,
y
enseñad
á
todas.. las
»
gentes, bautizándolas en el nombre del Padre,
y
del Hijo,
y
del
»
Espíritu Santo. Enseñandoles á guardar todas las cosas que os
(!)
Ep. ad Hebr. c. v. -
(2)
Act., c. xx. -
(3i Ephes.
e,
IV,
v.
H,
etc.) et L
Cor., c. xn, v. 28.