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que en ambos pasajes se habla, fué dada
á
todos los
discípulos,
>>
incluso las mujeres, que se mantubieron reunidos,
á
los cuales
»
se les apareció Jesucristo en la noche del mismo dia de la resur–
,)
reccion,
y
les dirigió las citadas palabras de San Juan ;
y
no es
»
otra potestad que la de predicar el santo Evangelio ; potestad que
>>
no es propia de algunos hombres, ni ha sido comunicada á ellos
))
por otros hombres, sino que
~s
propia
de todos los dzscípulos de
)>
Jesucristo~
no porque sea una potestad inherente
á
ellos, sino por–
»
que está unida
á
la divina palabra,
á
la palabra de Jesucristo, que
»
vive en sus discípulos , y al Evangelio de Dios que es salvacion
>>
para unos
y
perdicion para otros (1. Cor.
L
18; 2. Cor. 4, 3).
>>
Entónces era la vez de hablar Jesucristo de la confesion como
»
condicion necesaria para el perdon ; pero lejos de eso dice, que
>>
la remision de los pecados se baria por medio de la predicacion
»
en su nombre: como refiere San Lucas -
Y les dijo: Así está
»
escrito~
y
así era menester que el Cristo padeciese
y
resucitase al
»
tercero dia de entre los
muertos~
y
que se predicase en su nombre
»
penitencia
y
remision de pecados
á
todas las naciones
(
1).
Ved aquí un cumulo de men tiras, sofismas
y
absurdos. Analice–
mos esta algarabía. Y ante todo, es falso, que
«
todos los teologos
»
romanos,
y
el mismo Concilio de Trento, convengan en que las
»·
palabras del cap.
xv1
de San Mateo, reciben su fuerza .por las
>
palabras citadas del cap.
xx
de San Juan.
»
Tertuliano, San Ci–
priano
y
un número considerable de otros Padres y teologos ense–
ñan que por las palabras de Jesucristo
á
San Pedro, que relata
~an
Mateo en dicho lugar, quedaba ya perfectamente establecida la su–
premacía de San Pedro en la Iglesia fundada sobre él por el Reden·
tor, y conferida al mismo Apostolla plenitud de la potestad de atar
y
desat~r;
por manera que si despues de la resurreccion nada mas
hubiese dicho el divino Maestro, relativamente
á
.]as facultades cor-
(t)
Ensayo,
pag.
24, 25, 26
y
3L