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glos antes, nadie se apercibió de su sa–
lutífera influencia.?
Si ésta existiese, los moradores de la
pequeña ciudad
y
sus alrededo·res, ó no
hubiesen nunca caído enfermos,
ó,
ha–
biendo caído, un g-ran número de ellos
hubiese sanado
s1~
más auxilio que el
de :la felicidad del clima. ¿Sabe Zola que
así haya sucedido
y.
que suceda todav1a?
¡S'ería de veras milagrosamente tl.nico
en el mundo un clima, por virtud de cu–
yo natural temperamento_ el que fue–
se
á
gozarlo uno ó dos días , pudiese
en un instante, ó sentir que se cerraba
una llaga inveterada, ó recuperar la
vista perdida,
ó
librarse de los estragos
de un cáncer, como otro se libra de la
molestia de una mosca!
Y, por fin, los que, invocando la vir–
gen de LurdPs, sanan desde lejos, en
las Indias por ejemplo, ó en la China,
¿cómo pueden participar del influjo be–
néfico de su clima,
y
del
encanto~de
su
horia;onte?
En verdad, ¡el argumento es demasia–
do burlesco, aún para un crítico nove–
lista!
XV
¿No os gusta esto? replica Zola: he
aquí otro: el entusiasmo de la muche–
dumbre que embriaga ahí la
fantas~ay
excita los nervios
y
la razón
:.
·/
063141
'
:p:J;J