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los ojos fijos en el cielo, la enferma son–
I
eía y se esforzaba en mover los brazos
hacia un objeto invisible. Acercándo–
sela le preguntó qué era lo que tenía.
-¡La Virgen, contestó, la Virgen 1
D. Silvio, pensando que su sobrina
deliraba, la invitó á rezar con él el
Ave
María,
y después le ofreció un poco de
agua de Lurdes. Ella 111e manifestó aon–
tenta, y tragó el agua. D. Silvio enton–
ces le roció con la misma el pecho
y
le
hizo rezar una segunda
A ve Maria,
di–
cba la cual, la oyó dar un gran suspiro
y exclamar:-Silvio, ¡estoy sana! ¡estoy
buena! .Y sentábase en la cama, y re–
pitiendo que estaba bien pidió algo para
confortarse y comió como persona sana.
Al poco rato, levantándose, corrió á
besar la Imagen de Maria Santísima
que tenía al frente en el cuarto.
¡En verdad, estaba sana! Había recu–
perado las fuerzas en un instante, y con
ellas el color natural de antes.
La sefiora Elvira atestigua que en el
momento en que el sobrino se le había
acercado para hacerle rezar la primera
Ave Mada,
le parecía que iba á exhalar
el alma v que veía ante sí
á
la Virgen,
á la que"con el corazón le había pedido
que la llevara consigo al paraíso: y que
la Virgen le contestó que tenía que per–
manecer todavía en este mundo, dicién–
dole aún el por qué. A esta contesta-